QUÉ precio más barato le ponen a sus hijas los rumanos que las venden no más descubren, recién paridas, que son hembras y no varones. A 500 euros la criatura. La desalmada tasación ya se ha efectuado en varias ocasiones en la provincia de Sevilla, y la coincidencia en la tarifa indica que entre los errabundos se corre la voz sobre transacciones llevadas a cabo. Precisamente 500 euros, un solo papel de color morado, el canon del blanqueo de dinero. Un billete a la vida que emana de un trato indigno, de una usurpación de identidad, no se libra del reproche que la alternativa sea perecer en un contenedor de basura. Ruindad globalizada, de dame el parné y corre, de toma el talego y piérdete, que acabo de ganar en la tómbola una hija llave en mano, sin contracciones ni ginecólogos, sin papeleos para ponerse en la cola de las adopciones.

Por muy sumergidas que estén algunas parejas rumanas poco proclives a los preservativos, y sin olvidar que la vida no tiene precio, aunque se lo pongan las compañías de seguros, me sorprende que en España no pidan más dinero a cambio de su bebé. Seguro que para subsistir están al cabo de la calle de algunos indicadores que son moneda corriente de la cara cotidianeidad española: la gasolina, la telefonía, la leche, los alquileres de pisos patera...

Imagino el estupor de los médicos y enfermeros del Hospital de la Merced, en Osuna, cuando el padre, en lugar de celebrar el natalicio, les ofreció comprar a la niña bajo el pretexto de que "en Rumanía es normal" Ojalá esa niña agradezca siempre haber visto la luz en un paritorio ursaonense para no ser una víctima de este pequeño mundo, donde muchas compatriotas suyas que sí han nacido en Rumanía acaban llegando para ser sojuzgadas como prostitutas de cuerpo y horario tasado. En los dos últimos años, de las 3.053 extranjeras liberadas en España de las mafias del sexo de carretera, un tercio (1.106) eran rumanas.