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HACE unos días concluyó la segunda temporada de Sons of Anarchy, y, sorprendentemente, nuestra banda de moteros forajidos se ha convertido en una de las series más vistas de la televisión no generalista de Estados Unidos. Digo sorprendentemente no porque la serie no lo merezca con creces, sino por la rapidez con que estos delincuentes se han colado en millones de hogares norteamericanos.

SOA tiene todos los ingredientes de la mejor ficción televisiva. Su creador, el guionista Kurt Sutter, va camino de convertirse en el David Chase de esta década. Como en Los Soprano, resulta difícil no encariñarse con esta pandilla que a veces puede ser brutal, pero que no deja de ser una familia. Peculiar y tatuada, pero familia. Samcro (Sons of Anarchy Motorcycle Club Redwood Originals) controla un pequeño pueblo del interior de California, trafica con armas, pero no permite que allí se vendan drogas o que alguien más se pase de la raya. Una pequeña mafia sobre ruedas. En esta segunda temporada, Sutter demuestra que sabe manejar a la perfección la tensión dramática. En la primera nos dejó con los dos líderes del grupo, padrastro y heredero, enfrentados por un gravísimo y trágico error. Pero algo aún más terrible ocurre ahora, algo que amenazará con romper desde dentro a toda la banda o unirla más que nunca. Estos trece episodios, con su tremendo cliffhanger final, hablan principalmente de la venganza. De cómo ese odio sólo puede crecer, de cómo no hay forma de calmar al monstruo interno que pide más y más sangre.

Pero hasta el público brama con ansiedad por que llegue la hora de ajustar cuentas. En la orgía sangrienta, en la que llegan a morir en un intervalo de media hora cuatro personajes de relativa importancia en la trama, Sutter se deja en el tintero muchas emociones. Podía haberse extendido y filmar dos capítulos más, pero decide no hacerlo en una prueba de la absoluta libertad creativa de la que presume en su blog, sutterink. En SOA destacan Ron Perlman, el Hellboy de Guillermo del Toro, el británico Charlie Hunman, y por encima de todos, la mujer en la vida real de Sutter, Katey Sagal. Hay un capítulo, absolutamente desgarrador, que debe valerle el Emmy. Si no se lo dan, les aseguro que cogeremos las motos y arrasaremos la gala. Palabra de Samcro.

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