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PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Ventajas del hotel-parroquia con cura para las bodas

CADA mochuelo a su olivo y las bodas de cáliz a su sitio. El cardenal le quita a los párrocos la potestad de permitir a sus vecinos (creyentes o presuntos feligreses) que se casen por la Iglesia en capillas y oratorios privados de hoteles y cortijos donde contratan el banquete y hasta el alojamiento. Antaño sirvieron al culto, hogaño son decoración. Toque de generala desde el Palacio Arzobispal a los curas que se prestan a complacer el plan y la logística de los contrayentes. Algo conseguirá en clave diocesana. Pero no va a evitar que las bodas católicas sean un acto social cada vez más similar a las civiles. Igual que en éstas se vive la paradoja de mimetizar la puesta en escena tradicionalmente asociada al camino hacia el altar. El revuelto está servido. Sólo se pone fe en el catering.

La curia podría plantearse el problema en sentido inverso: enviemos a los sacerdotes a evangelizar esos antros de gula y concupiscencia. Y a tantos invitados a los que la ceremonia religiosa sólo les interesa por las fotos y los vídeos, lo que les mola es la segunda parte del partido. Qué mejor que una homilía en la espera del primer plato, después de haber dado cuenta de canapés, frituras y chacinas.

La Iglesia de Sevilla ha de arrimar el hombro para el cumplimiento del Protocolo de Kioto. De los sevillanos que optan por el enlace religioso, muchos quieren hacerlo en las iglesias del centro con más esplendor patrimonial, aunque vivan en La Motilla, Tomares o Sevilla Este. Así hay listas de espera en la Macarena, el Gran Poder, la Caridad, etcétera. Y cuando llega el día de marras, buena se lía con el movimiento de coches y autobuses que no encuentran aparcamiento, y sus ocupantes le echan la culpa al carril bici, que no tiene vela en este asunto. Para soslayar la cadena de inconvenientes, los riesgos al volante y el derroche de kilometraje (más contaminación, más consumo de petróleo caro...), lo mejor es bendecir toda la red de hoteles, haciendas y cortijos, y crear la figura del cura de hotel. Si los hay castrenses para la guerra, puede haberlos para la luna de miel.

Repare el vicario en el beneficio que supondría para hoteles como Al-Andalus, Renacimiento, Alcora, Boticaria, Benazuza, etcétera, poder competir en el mercado turístico ofreciendo el paquete completo: desde la despedida de soltero hasta el desayuno posterior a una noche de banquete y rumbas. Con una boda de predicador de tronío, coro de niños y orquesta de cámara. Y todo con el marchamo apostólico. Seguro que El Esparragal, La Juliana, Águila Real y otros muchos doblarían el donativo al cepillo que suelen dar los novios y sus padrinos.

Si el Vaticano ha sabido entrar en internet para la prédica y el rezo,con el fin de estar donde la gente vive y se relaciona, llegará el día en que deba inventar las bodas por videoconferencia y con realidad virtual de retablos, púlpitos y hornacinas.

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