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La tribuna

Jabo H. Pizarroso

Vestidos sin desnudo

Ysi esta crisis económica se cierra en falso? Estamos mucho más cerca de que eso ocurra que nunca, sobre todo porque la micología de los brotes verdes ya anuncia su nacimiento lento. Pensemos en futuribles. Volverán las oscuras golondrinas a sus nidos amarillentos en las casas abandonadas, las de cuarta o quinta mano, aquella casas deshechas que hunden a los pueblos del extrarradio en un anonimato sin gente, donde los columpios nuevos mueren sin caricias infantiles.

Volverán los precios de la vivienda a subir y volverán las familias a dedicar el sesenta por ciento de su sueldo a pagar la hipoteca y se construirá una nueva burbuja con una nueva forma de globo aerostático. Puede que vuelvan también los activos especulativos sin ninguna base productiva real y las operaciones en bolsa que se realizan en nanodécimas de segundo sin que haya ser humano capaz de detectar ventas y compras, y cualquier inversor pensando que vende no sabrá que compra y al revés. Puede también que los grandes financieros sigan metiendo sus capitales en los paraísos sin fiscalidad alguna salvo la del agua transparente y una galápago perdida que olvidó para siempre quién fue Charles Darwin y que lo de refundar el capitalismo fuera tan solo un delirio sarkoziano.

Seguirán educándose los niños de la misma manera, a golpe de memorialística, perdiendo el tren del saber y los libros, y el poder efectivo del dinero seguirá siendo la fuente real de todo poder y la base de la muerte por ignorancia y desnutrición de la mitad del mundo. La economía seguirá siendo economía y credo y los números volverán a parpadear en las pantallas con sus trajes nuevos, sin desnudo, como si no hubieran sido mensajeros de catástrofe alguna.

Volveremos a creer en las crisis cíclicas como un dogma de fe mercantilista y nos olvidaremos de los ciclos hasta que nuestra economía dentro de cinco u ocho años caiga de nuevo en una fatal y sorprendente recesión, otra vez en forma de uve doble. Volverán los Estados a insuflar dinero a los bancos a cambio de que los bancos compren deuda pública y el compadreo banco-estatal esquine a familias, particulares y empresas que seguirán alimentando el día a día con sueños negros de economía sumergida y subsistencia a la tremenda. Puede que los valores vuelvan a doblarse como el calcetín sudado que se echa a la lavadora. Que la dignidad por el oficio bien hecho, y que la responsabilidad por el presente y por el futuro se diluyan de nuevo en el agua salina de las especulaciones.

Puede que España vuelva a su sendero de turismo barato para obreros y jubilados europeos y puede que también vuelva a construirse a sí misma a base de ladrillo y cemento y con eso mismo se tape la boca solita y por un tiempo y se impida crecer en otros ámbitos. Volverá la ambición a pasear sus atuendos por las alamedas y por los barrios vacíos donde una vez nadie vivió y donde ahora las casas vuelven a valer lo que un día dejaron de valer, ahora que la puerta esa no abre y la manilla se cae cuando el crío da un golpe sin querer a la puerta.

La crisis aportó un oasis, una parada en el tiempo. La crisis detuvo el reloj por un momento mientras los índices de crecimiento caían como papelitos quemados en medio de una cárcel, pidiendo rescate, salida. Y al parar, al detenerse, se nos otorgó una tremenda oportunidad. La de reflexionar sobre lo hecho hasta ahora, la de intentar salvar no ya los muebles sino los almarios, con ele. Resulta que la oportunidad se está diluyendo como se diluye el azúcar en el café de las mañanas, mientras los restos de sueño que nos quedan se estrellan contra el primer bocinazo de la gran ciudad que camina y sale a la calle en las primeras horas del día, de camino al trabajo, como escribió Federico García Lorca en Poeta en Nueva York, en plena descomposición económica tras el crack del 29, "los primeros que salen comprenden con sus huesos / que no habrá paraíso ni amores deshojados; / saben que van al cieno de números y leyes,/ a los juegos sin arte, a sudores sin fruto./ La luz es sepultada por cadenas y ruidos / en impúdico reto de ciencia sin raíces./ Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes / como recién salidas de un naufragio de sangre.".

Pero ocurre que con los nuevos datos, con España metida aún en el agujero de los índices económicos negativos, puede que el tiempo detenido deje abierta al ras la puerta de la oportunidad que permita un renacer limpio, sin ayuda de la muletas del ladrillo golfo, de la corrupción antidemocrática y la insensatez productiva. Todo para que los primeros que salten a la aurora no vayan derechitos al cieno de números y leyes, sepultados por una ciencia, la economía, que perdió las raíces y anda como loca buscando esparadrapos.

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