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Opinión

Enrique Osborne Isasi

Vjekoslav Sutej y el sueño de la Sinfónica

Asistí hace unos días a la misa que celebrara don José Enrique Ayarra en la Catedral de Sevilla en memoria de Vjekoslav Sutej, fallecido el 2 de diciembre en Zagreb. Me emocionó, al leer la sencilla esquela, que aún existieran sevillanos agradecidos que sintieran como algo suyo la marcha de este croata que nos hizo soñar con algo impensable hace no más de 20 años: una orquesta sinfónica en Sevilla. No éramos muchos, quizás unos cincuenta, antiguos gerentes de la Orquesta, profesores que estuvieron a sus órdenes e imagino que aficionados a la música. Políticos no recuerdo a ninguno.

Ayarra dijo en sus sentidas palabras lo que de una u otra manera todos pensábamos: que una deuda de gratitud nos reunía y que Sutej fue un don de Dios por recrearnos la belleza.

Para los aficionados a la música clásica (lo de "culta" me parece impropio, como si lo que compusieron Los Beatles, por ejemplo, no fuera música o lo fuera "inculta") desde temprana edad añorábamos con contar en nuestra ciudad con la posibilidad de oír en directo aquellas obras de grandes compositores a las que sólo habíamos tenido acceso en viejos discos de pizarra, más tarde en vinilo y hoy en CD. Soñábamos con el lujo de asistir a algún concierto en Madrid, Barcelona y, puestos a soñar, en Munich, Viena o Salzburgo.

Por ello vivimos con emocionada expectación los avatares de la creación de nuestra Real Orquesta Sinfónica. Por fin Sevilla se uniría a las grandes ciudades europeas en ese sello de excelencia cultural. Un salto cualitativo tras la nunca bien valorada Orquesta Bética, la impagable labor de Juventudes Musicales y otras asociaciones que sin medios ni atención pública ni privada luchaban en un desierto de desinterés e ignorancia.

La ROSS nos hizo creer por una vez que los sueños son posibles y el maestro Sutej pareció contagiarse de nuestro entusiasmo ensamblando una orquesta que en poco tiempo nos sorprendió por su calidad y versatilidad. Grabadas tenemos su amplia sonrisa de satisfacción cuando agradecía los aplausos sinceros tras algunos conciertos realmente perfectos. Pienso que el arte nos ofrece una de las razones más profundas para vivir. O dicho de otra manera: sin arte sería insoportable vivir. Nos eleva de nuestra vulgaridad cotidiana, nos transporta al universo de los valores más puros, nos devuelve la fe en la capacidad del hombre para generar belleza y sensibilidad. Aunque por desgracia no siempre ocurra, el arte y sobre todo la música no sólo nos hace más cultos sino mejores.

Nuestra Orquesta Sinfónica nos regaló con su trabajo y dedicación esta posibilidad de serenar nuestro espíritu durante muchas semanas al año. Mantener la calidad del grupo humano que la compone, seguir apostando por esta manifestación cultural de alto nivel es algo más que rellenar un calendario de actividades culturales por parte de Junta, Ayuntamiento y Diputación. Es creer de verdad que la cultura es un bien necesario e imprescindible para edificar una ciudad de personas libres.

Espero que los rumores que presagiaban malos tiempos para la ROSS sean desmentidos con hechos, no promesas, porque lo contrario sí que sería la "destrucción de un sueño". Y el mejor homenaje que podría dedicarle la Sinfónica a la memoria de su primer director -más allá de las justas y sencillas palabras que nos dirigió su gerente antes del último concierto- sería seguir ofreciendo a la ciudad momentos donde nos sea posible reencontrarnos con lo mejor de nosotros mismos.

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