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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Vulgar, trivial, insegura

Desde 2000, además de vulgarizarse y trivializarse, se ha vuelto insegura gracias a la impunidad de los gamberros

Sigo con lo de ayer porque, aunque a algunos les pueda parecer una plasta histórica sin conexión con el presente, considero esencial iniciar la reflexión sobre los terribles hechos que reventaron otra Madrugada -la quinta ya- deshaciendo el tópico de que la Semana Santa ha atravesado crisis más graves y las ha superado para adaptarse a las nuevas circunstancias. Mentira. Esto es algo nuevo y sin precedentes. La historia no se repite. Y si lo hace, como escribió Marx, la primera vez es como tragedia y la segunda como farsa.

Tras la Edad de Oro del Barroco que nos legó las grandes imágenes que son su alma, la Semana Santa hubo de enfrentarse al ocaso de la gran Sevilla del siglo de Oro (epidemia de 1649, pérdida del monopolio de las Indias en 1680 y 1717) y a las agresiones de ilustrados, franceses y liberales (desamortizaciones de Godoy, Bonaparte, Mendizábal y Madoz). Tras casi extinguirse a finales del XVIII y principios del XIX en la transición del Antiguo Régimen a la Edad Moderna, volvió a reinventarse, adaptándose a la nueva sociedad burguesa (hermandades del centro, rigurosas y piadosas) y a la nueva cultura popular urbana (hermandades de barrio, alegres e informalmente devotas) durante la Restauración, la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República, culminando este proceso cuando coincidieron el impulso regionalista que culminó en la Exposición de 1929 y la Edad de Plata de la cultura española (1898-1936). Se crearon a la vez la Sevilla regionalista y la Semana Santa de los bordados de Ojeda y Olmo, las marchas de Font de Anta y Farfán, los azulejos de Pérez de Tudela, las saetas de Torre y Centeno, los pasos de Maese Farfán y Cayetano González, los textos de Núñez de Herrera, Romero Murube, Laffón y Sierra. Este impulso creativo no murió en 1939, prolongándose hasta mediados de los 60 por los escritores y artistas supervivientes del 27 y el Regionalismo, y por los nuevos creadores que mantuvieron viva su herencia.

Ésta es la Semana Santa que llegó hasta nosotros y desde hace muchos años vemos agonizar, vulgarizarse, amuñecarse, trivializarse y finalmente, desde 2000, como culminación de años de impune gamberrismo, volverse insegura. Una grave situación sin precedentes históricos porque no tiene que ver con cambios políticos, sino sociales -catástrofe educativa, pérdida de valores, decaimiento de la autoridad, redes sociales- y por ello de muy difícil solución.

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