Si en algo es insuperable el inglés es en su capacidad de generar neologismos con pegada. Yo apostaría a que la lingua franca del planeta no tiene tantos sacerdotes custodios como el castellano, que se aprestan a lanzar desde el altar de la norma perdigones de saliva si alguien juega con las palabras para definir una moda con pegada o un nuevo deporte. Pero al final, pasados la pataleta y los gatillazos traductores, acabamos por usar sus nuevos términos, siempre más económicos que el parafraseo de la resistencia castellana al uso: crowdfunding, bullying, brainstorming, hacker, dron, selfie… los hay a miles, muchos son valiosos y, tras el Numancia lingüístico, hocicamos y los usamos sin más. Hay casos en que un neologismo anglosajón que tuvo éxito hace décadas acaba resurgiendo. Es el caso de Wathaboutism, que podríamos describir con un viejo chiste: "¡Hola, cómo me alegra verte!", "¿Hola me vas a decir, canalla? Agrediste a tu abuela, te llevaste el dinero de la cooperativa, tienes a tus hijos abandonados y sin ir al colegio, te lo gastas todo en droga…", "¿Y tú, con esas gafas?". El término nació no sólo para ilustrar esa respuesta a una crítica con otra crítica, sino para describir las respuestas absurdas, normalmente mentiras, que la Unión Soviética practicaba cuando en otros países se la acusaba de algún abuso, complot o crimen. "¿Y tú?", y directamente acusaba a su acusador de cualquier cosa en un ejercicio de pura hipocresía y cara dura. En los deberes de Filosofía de mi hija descubrí que el Whataboutism consiste en una "falacia retórica".

Donald Trump es un maestro del ytuqueísmo (traducción que aportamos a sabiendas de su escasísimo futuro). Si parte de la opinión pública lo señala por su homofobia, sus comentarios de calentón de venta, el numerito del muro a cargo de México o alguna otra de sus perlas (una muy elaborada: "Cuando eres una estrella puedes hacer cualquier cosa. Agarrarlas por el coño, lo que quieras") , Trump responde en modo Whataboutism: "Obama me ha espiado con los servicios secretos", por toda la cara y sin la mínima prueba. Te tienes que reír, como nos hemos muchos acabado riendo de las gracias y el punto payasete de otro plutócrata metido a político, el gran Silvio Berlusconi. No, ya nos reímos -por no llorar, claro-, sino que se puede percibir una corriente pendular o de reflujo de adeptos a Trump en España. Usemos un neologismo anglo consolidado: está de lo más in defender a Trump, te hace como distinto y rompedor. Así te hacen un poco más de caso.

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