SERTE todavía útil para arreglar un fusible cuando se vaya la luz, quitar las yerbas del jardín, dar una vuelta los domingos por la mañana, pasar las veladas junto a la chimenea mientras haces punto, alquilar una casita de campo en verano (si no es demasiado cara, porque debemos ahorrar) y sentar a los nietos sobre las rodillas; esto era lo que Paul McCartney ofrecía a su mujer cuando se preguntaba "Will you still need me, will you still feed me, When I'm sixty-four".
McCartney dio vueltas durante años a esta canción de anticuado estilo, tan parecida a las que sonaban cuando nació el 18 de junio de 1942 (porque a punto está de superar en una década aquellos sixty-four: la semana que viene cumple 74) que el grupo interpretó en diferentes versiones y con letras distintas desde los tiempos de The Cavern. La terminó para regalársela a su padre cuando cumplió 64, el 7 de julio de 1966, porque el hombre era aficionado a tocar ragtimes y jazz estilo Nueva Orleans en los pubs de Liverpool.
Paul no estaba seguro de la canción hasta que el quinto Beatle, el genial orquestador y productor George Martin, le sugirió acentuar su tono swing años 40 orquestándola con un trío de clarinetes. Entonces cuajó. McCartney grabó la voz en solitario el 8 de diciembre de 1966 en aquellos estudios de Abbey Road que tantos visitamos cuando vamos a Londres; porque el paso de cebra más famoso del mundo es lugar de peregrinación tan importante como la casa de Dickens en el 48 de Doughty Street, el 221-B de Baker Street, el atrio de St. Paul en Covent Garden bajo el que Higgins, Pickering y Eliza se conocieron o el monumento a Peter Pan en Kensington Gardens. El 20 de diciembre John, George y Paul grabaron los coros y Ringo la percusión. El 21 Martin grabó a los clarinetistas. Y la canción estuvo lista para incluirse en el Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band que se lanzaría el 1 de junio del 67 marcando para siempre ese verano en nuestras vidas.
Teníamos entonces, Alberto, Alfonso, yo y todos los del 52 a quienes dedico este artículo, 15 años. Por lo que este 2016, 49 años después del verano del Sgt. Pepper's, Alberto, el primero, Alfonso, después, yo y todos los del 52, cumpliremos aquellos míticos "sixty-four" que creíamos que nunca cumpliríamos, porque es sabido que la juventud se cree eterna. In Ictu Oculi, sí, pero sin triste Finis Gloriae Mundi que valga; porque la gloria del mundo, como nos enseñó Wordsworth, es eterna.
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