UNO de mis mejores amigos no andaluces, C.L., al que conocí por azar en una sala de espera del aeropuerto de Belgrado, fue pionero en el voto antisistema: ya en los ochenta escogía la papeleta de Los panteras grises, una organización política de viejos que nunca obtuvo ni un concejal, y desde que se prejubiló ha persistido en el voto, aunque ha tenido que dirigirlo sucesivamente a otros colectivos similares, que desaparecían con la misma celeridad con que entraban en escena.

Hay mucha gente así, pero están desorganizados. Ocho o nueve millones de jubilados y pensionistas integran un sector social con características propias y reivindicaciones comunes: bajos ingresos en general, necesidades precariamente cubiertas, entornos hostiles y atmósfera social que los discrimina por su edad y escaso poder adquisitivo. Nunca han logrado erigirse en grupo de presión e influencia por culpa de la dispersión objetiva que sufren, la mengua de las energías precisas para el activismo, el ninguneo social al que se les somete y las dificultades asociativas vinculadas a su condición veterana.

Un grupo de jubilados catalanes se ha decidido a romper esta inercia de conformismo y pasividad. Se hacen llamar iaioflautes (yayoflautas), como una especie de sector anciano del movimiento de los indignados del 15-M que el tiempo ha ido diluyendo (hasta que vuelvan a comparecer). Unos treinta yayoflautas hicieron ayer acto de presencia en la vida pública ocupando un autobús urbano de Barcelona -previo pago del billete, en plan civilizado- en el que recorrieron todo el trayecto coreando consignas y haciendo sonar pitos contra la subida de precios del transporte, entre el 12% y el 38%, y la política de recortes sociales de la Generalitat.

"Iaioflautas. Luchamos y lucharemos", proclamaban en una pancarta indicativa de su idea de que el que tuvo retuvo y de que si encontraron motivos y argumentos para la lucha sindical, vecinal y democrática cuando eran jóvenes, también los tienen para seguir combatiendo de mayores por nuevas reivindicaciones y demandas. Renqueantes y poco aptos para las manifestaciones al uso, no aceptan quedarse a solas con sus problemas ni permitir que los ajustes de la crisis recaigan sobre sus ya cargadas espaldas. Estuvieron en la primera fila de las movilizaciones contra el cierre de ambulatorios y ahora han querido ponerse a la cabeza de las protestas por la subida del autobús. Más adecuadas no pueden ser sus exigencias.

No sé qué futuro espera a este movimiento, pero como logren crear una red informal de jubilatas en la calle por toda España aquí se va a ver un ejemplar. Ningún partido, sindicato o institución cuenta con los yayoflautas. Y pueden ser ocho o nueve millones.

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