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Cambio de sentido

Yemen

Yemen se muere: guerra, hambre, demolición, un brote de cólera… ¿Podemos hacer -o evitar- algo?

Nunca estuve en Yemen y, sin embargo, yo he cruzado -fue en un sueño- los umbrales maltrechos de Saná, y he visto esos ventanucos de alabastro sobre la creta blanca de sus casas altas, las caras cuarteadas de los viejos, la piel de palisandro de una joven. Pasolini, que es mis ojos, me lo mostró con su cámara. "La única riqueza de Yemen es su belleza", dijo. Juraría que he correteado por las callejas de Dhamar y he comprado dátiles en el zoco de Seiyun. En Tarim, el tufo a pescado no hay quien lo aguante. Las crónicas de Fernando Quiñones me hicieron entrar en Shibam. Nunca estuve en Yemen, ni iría si la opción fuera hacer turismo.

No conozco los tiempos del cólera, la enfermedad negra, su bandera amarilla, las cuarentenas, sino a través de las novelas. Tampoco la guerra, o sólo por lo que se dice y calla de ella. Hoy, las gentes de Yemen viven en carnes propias la destrucción plena: una guerra civil -con intervención militar extranjera de la coalición que lidera Arabia Saudí y que ha contado con el apoyo de Estados Unidos- en la que ya han muerto más de 10.000 personas; la hambruna, la destrucción del patrimonio y ahora un brote de cólera que ya ha segado cerca de 400 vidas. Si esto no se para, y si el bloqueo que sufre el país no se abre para que entren medicamentos y comida, la OMS dice que en seis meses podría haber 300.000 afectados.

¿Recuerdan la crisis del ébola? Ni nos inmutamos hasta que nos salpicó, hasta que el peligro -qué agobio- caló intramuros. Total, ¿qué culpa tenemos aquí de que por allá sean guarros, pobres, sarracenos, salvajes, atrasadas, retrasados, incultos, cero demócratas, renegridas, polvorientos y muertos?, ¿acaso podemos hacer -o evitar- nosotros algo?

El pasado viernes, un bombero español, padre de dos hijos y "con una situación económica complicada" según dijo, declaró ante el instructor del expediente que se le ha abierto, y por el cual se enfrenta a entre dos y cuatro años de suspensión de empleo y sueldo. El motivo: no participar de retén en el embarque de 4.000 toneladas de bombas con destino a Arabia Saudí, por entender que pueden ser lanzadas en Yemen. Hoy vuelvo a Yemen, donde nunca estuve. Traigo toda su muerte: cólera, guerra, demolición y probablemente armas españolas -leo en El País- en el campo de batalla. Releo a Quiñones: en Ibb, una mujer da el pecho a su criatura. "La amamanta riéndose,/ la acaricia, le juega, la quiere compensar/ de que, no importa cuándo, va a morir".

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