la ciudad y los días

Carlos Colón

'Yihadismo' y neofascismo

AUNQUE resulte difícil creerlo el actual jefe de Al Qaeda, el egipcio Ayman Zawahiri, profesa un odio visceral a Francia… ¡por la expedición de Napoleón en Egipto en 1798! Por lo menos se trata de algo más reciente que el odio a España por la Reconquista y la pérdida de Al Andalus. Esta locura asesina ha dado, según el experto francés en yihadismo Jean-Pierre Filiu, un paso adelante con los recientes asesinatos de militares, profesores y niños en Francia: "Ben Laden y Zawahiri han establecido Al Qaeda como una organización de combate 'contra los judíos y los cruzados' desde 1998. Pero nunca se habían unido el terrorismo antisemita y los ataques contra Occidente de una forma tan clara como en Toulouse y Montauban".

Este experto da también un consejo para enfrentarse a estos hechos terribles: "La estrategia de Al Qaeda consiste en tomar como rehenes a los musulmanes de los países occidentales atacados, aislarlos de la comunidad nacional y desencadenar un ciclo de violencia racista. Hay que oponerse a esta estrategia, criminalizando los asesinatos y negándonos a darles una dimensión política. Ésta es la mejor forma de derrotar la perversidad de este terrorismo". Tiene razón: bien sabemos los españoles lo necesario que es despojar el terrorismo (ETA) de toda dimensión política para afrontarlo únicamente como lo que es.

Si los atentados terroristas perpetrados por los fundamentalistas logran generar un rechazo generalizado contra todos los musulmanes, Al Qaeda habrá logrado su objetivo de desarraigarlos de las sociedades en las que viven y ello facilitará a los fundamentalistas presentarse como sus salvadores, ofrecerles su protección y explotar el sentimiento de rencor o miedo generado por su rechazo.

No se pueden cerrar los ojos ante los problemas derivados de la inmigración sumados a los de la creciente marginalidad en las grandes ciudades; no se puede abdicar de la tarea de integrar a los inmigrantes en los valores constitucionales de las democracias europeas; no se puede caer en el peligroso buenismo del aquí caben todos que -más aún en tiempos de crisis- es un semillero de odios xenófobos nacidos de la desesperación y el miedo en una reacción similar a la de las minorías musulmanas agredidas o segregadas. El asesino de Toulouse estuvo el año pasado en un congreso salafista en España, donde se han celebrado ya varios. ¿Por qué se autorizan? Pero tampoco se puede criminalizar a todos los musulmanes por los crímenes de unos pocos. Lo primero convendría a los neofascistas -no se olvide que Marine Le Pen representa la tercera fuerza política francesa- y lo segundo a los fundamentalistas.

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