EL Ayuntamiento de Sevilla sirve hasta el día 30 de sala para la exposición llamada Sevilla y la Virgen de Regla en la Jornada Mundial de la Juventud. Exalta lo que llama participación de la ciudad en el macroevento católico de Madrid, aunque quien estaba convocado era el Arzobispado, no el Ayuntamiento. Parece más lógico que este tipo de muestras, que incluye el rosario que le regaló Benedicto XVI a la Hermandad de los Panaderos, se celebraran en la sala de exposiciones de la Catedral. Es más, debería ser el mayor honor posible para una cofradía. Pero nos topamos con un pequeño detalle: en el Ayuntamiento (donde también las promovió Monteseirín) no se cobra el acceso, y la Catedral es una caja registradora de entradas a la venta.

El lobby que ha urgido a la colocación de una estatua de Juan Pablo II no ha presionado para ubicarla en el recinto catedralicio. La casa de la fe es su sitio natural, el mejor lugar por su grandiosidad monumental y espiritual. Sin embargo, todo el empeño es situarla en la calle.

"Ya sólo me falta ponerle el anillo al arzobispo". Comentario escuchado el pasado domingo por un servidor a un policía local que conversaba con otros agentes de dos coches patrulla, mientras estaban de brazos cruzados cortando una calle peatonal por la que nadie pasaba, para preservar que una tempranera y breve procesión de escasos feligreses tuviera expedito el camino largo tiempo después.

Convertida Sevilla en una ceremonia de confusión entre la cosa pública y la fe privada, no extraña que una hermandad de Gerena cobre para ceder una ermita como escenario de fotos eróticas. Y como están convencidos de que Paz Vega (al menos su cuerpo) está también creada a imagen y semejanza de la divinidad, irán a ver en la Logia del Ayuntamiento hispalense la exposición Sevilla y Paz Vega en la Historia de los Desnudos en el Cine. La inaugurará Zoido y será en fechas carnavalescas, antes de la cuaresma, para que la Iglesia no se rasgue las vestiduras como en tiempos de Buñuel.