DESPUÉS de sacarle brillo a la ensaladera de la Copa Davis, al alcalde Zoido le toca estrenarse en el Teatro Maestranza con un do de pecho. Se le espera como agua de mayo para asumir el liderazgo que ningún alcalde anterior ha ejercido en pro del buque insignia de la vida cultural sevillana, en alerta roja por la drástica reducción presupuestaria desde el Ayuntamiento, la Junta, la Diputación y Cajasol-Banca Cívica.

La evidente potencialidad del Maestranza como motor de la economía cultural y turística en la capital andaluza, con un nivel sin parangón en el sur de España, se vio resuelta con la inversión de diez millones de euros que el Ministerio de Cultura, con Carmen Calvo al frente, impulsó hace cinco años para transformar la parte trasera del edificio y dotarlo de maquinaria escénica de primer nivel. Concluidas las obras, y con el teatro en disposición de tirar hacia arriba de la cultura y de la economía, todos los planes se han ido al traste, cada temporada se reduce el número de espectáculos y tanto el Maestranza como la Sinfónica tienen pavor a la 2012-2013, con serio riesgo de languidecer por inanición presupuestaria. Son conscientes de que están abocados al momento más peliagudo de su historia.

Por eso es la hora de que Zoigo salga a escena y organice un zafarrancho similar al enjaretado para la Copa Davis, forzando que un amplio número de empresas aporten entre todos los centenares de miles de euros requeridos para organizar la final. El Maestranza y la Sinfónica sólo pueden sobrevivir si su club de patrocinadores privados cuenta con unas cincuenta empresas o entidades, en diversas cuantías pecuniarias. En los espacios públicos, en la promocional, y cada noche al abrir sus puertas, hay opciones de resaltar con notoriedad a las pequeñas, medianas o grandes empresas que contribuyan a este bien común. Póngase a ello, señor alcalde. Es fácil crear de todo esto una imagen de marca, y propiciar que se le compare favorablemente con sus antecesores.