EL sistema educativo padece la doble presión, desde la política y desde la sociedad, para que se concedan aprobados y títulos aunque en realidad finjan el verdadero nivel del alumno. De tanto jugar al engaño, encabezamos los índices europeos de fracaso escolar y de paro juvenil. Aviso a navegantes. Aparece otro coladero para abaratar la consecución de aprobados. La Comisión Técnica Provincial de Reclamaciones, en la Delegación de Educación. Inobjetable el derecho de cualquier familia a reclamar la presunta anomalía de un suspenso. Pero dicha comisión le ha aprobado, de una tacada, tres asignaturas a una alumna de Segundo de Bachillerato de Humanidades en el Colegio Aljarafe, donde las suspendió el pasado curso. No han valorado a la joven para determinar si realmente sabe Lengua-Literatura, Griego y Filosofía. Le conceden la presunción de sapiencia porque estiman defectos de forma, sin especificar cuáles ni respecto a qué normativa. Visto lo cual, su familia ha recurrido la cuarta suspendida, Inglés, donde en septiembre la calificaron con un 2. Si también cuela, consigue el título sin haber aprobado ¡la mitad de las asignaturas!

Estupefactos, todos los miembros del claustro le enviaron un escrito al delegado de Educación, con párrafos como éste: "Somos receptivos a corregir deficiencias si las hubiera, pero esta es una cuestión, y aprobar automáticamente es otra, sin demostrar evidencias objetivas de que los conocimientos y competencias educativas mínimos han sido conseguidos por la alumna, e incluso contradiciéndose al reconocer, en una de las materias, que no los tiene". La autoridad educativa no les ha hecho caso.

El aprobado automático por defecto de forma y por imperativo administrativo es un arma de destrucción masiva de la poca motivación que le queda a los profesores para ser exigentes en el aprendizaje, y objetivos en la evaluación. Cada vez hay menos tolerancia al suspenso, y, a buen seguro, muchos padres estarán encantados de poder recurrir a los servicios de dicha comisión.