La esquina

josé / aguilar

La ablación, delito universal

LA Audiencia Nacional ha condenado a dos años de cárcel a una mujer senegalesa avecindada en un pueblo de Barcelona por la mutilación genital sufrida por su hija. No es la primera vez que la ablación de clítoris, habitual en varios países africanos, resulta perseguida y sancionada con rigor en España, tratada como lo que es: una agresión salvaje contra menores indefensas.

Sí es la primera vez, sin embargo, que la condena se produce habiéndose cometido el delito fuera de nuestras fronteras. La mujer, F.D., vino de Senegal con sus tres hijos a reunirse con el marido, que ya llevaba una década viviendo en Cataluña. Fue tras acudir a un centro de salud para la habitual revisión de los niños inmigrantes cuando los servicios sanitarios constataron que a la niña, de tres años, le habían extirpado el clítoris y que las secuelas de la brutal agresión obligaban a una intervención quirúrgica, que se efectuó aquí.

A la Audiencia Nacional llegó el caso por tratarse de hechos acaecidos en el extranjero. Y la Audiencia Nacional ha fallado en sentido condenatorio, sin aceptar la versión de la madre de que no sabía quién le había hecho la ablación a la niña en Senegal. Es más, consideró que era indiferente la autoría material: el hecho de que la mujer, en el ejercicio de la patria potestad que le correspondía, hubiera consentido la lesión de su hija es suficiente para declararla culpable y condenarla, aunque la aplicación del "error de prohibición" (ella no sabía que estaba cometiendo lo que en España es un delito) permitió rebajarle la pena a dos años de prisión, y ello le ahorrará el ingreso en la cárcel. Si lo hubiera sabido se habría enfrentado a entre seis y doce años.

No puedo estar más de acuerdo con esta extraterritorialidad penal aplicada a delitos especialmente execrables. Si acciones como los crímenes de guerra, genocidios y torturas deben ser perseguidas y castigadas por todos los tribunales del mundo sin importar fronteras ni legislaciones internas, y si los derechos humanos más elementales han de ser protegidos universalmente, ¿cómo hay que actuar ante estos actos de violencia criminal que sufren las inocentes a manos de sus propios padres o con su concurso necesario?

No vale ampararse en la tradición, la cultura, la religión o la costumbre para justificar una mutilación tan traumática y duradera. Me alegro de vivir en un país que la reprime incluso si se perpetra lejos.

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