EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

La abuela de Obama

SUPONGO que a la abuela de Barack Obama no le hizo ninguna gracia que su hija se casara con un africano. Y supongo que tampoco le hizo ninguna gracia que su yerno desapareciera del mapa, dejando atrás un niño de dos años que era más bien oscuro. Ni tampoco le debió de hacer mucha gracia que su hija volviera a casarse con un indonesio y se fuera a vivir a Yakarta con aquel hombre. La abuela de Obama, Madelyn Payne, había nacido en Kansas, un lugar donde se lee la Biblia y los hombres mandan y las mujeres obedecen. Era muy difícil que entendiera la clase de vida que había elegido su hija en aquellos locos años sesenta. Seguro que en algún momento creyó que había fracasado como madre. Pero supo afrontar las cosas tal como vinieron, y cuando su hija le pidió que se hiciera cargo de su nieto, aceptó a pesar de los inconvenientes que iba a ocasionarle ese nieto tan distinto de los demás nietos de su barrio. Porque hay que imaginar el momento en que una vecina fisgona se acercaba a su casa y le decía: "Señora, un negro se ha colado en su jardín. ¿Quiere que llame a la Policía?". Pero la abuela se secaba las manos en el delantal, miraba a los ojos a la vecina y le contestaba con calma: "No hace falta. Este chico negro es mi nieto. Su padre se fue y su madre se ha ido a vivir con otro hombre. Mi marido y yo nos hacemos cargo de él".

Hay que ser muy valiente para hacer lo que hizo la abuela de Obama. Estoy seguro de que llevó a su nieto al colegio susurrándole al oído: "Barack, no te avergüences. Camina siempre con la cabeza alta". Y el día que el niño llegaba sucio y lloroso porque había tenido una pelea, ella lo sentaba sobre sus rodillas y le decía: "No les tengas rencor a tus compañeros si te insultan o te miran mal. Y no te pelees con ellos, no vale la pena. Sólo demuéstrales que eres mejor que ellos". Y luego se ponía a zurcir ropa, porque quería ahorrar unos cuantos dólares para darle una buena educación a su nieto.

Mientras escribo esto, no se sabe quién ha ganado las elecciones americanas. Ojalá haya sido Barack Obama. Vivimos en un momento de confusión y de nihilismo en el que nos hace falta confiar en alguien. Como le pasó a la abuela de Obama cuando su hija empezó a actuar de una forma incomprensible para ella, a nosotros también nos ha tocado vivir en un mundo que parece haberse vuelto loco. Necesitamos que alguien actúe con serenidad y cordura. Necesitamos que alguien nos recuerde que hay que zurcir la ropa si queremos ahorrar. Y alguien debe decirnos que no podemos pasarnos la vida peleándonos en el patio del colegio, ya que es mucho mejor demostrarles a los demás que somos mejores que ellos. "Ese negro es mi nieto". He ahí la frase de un héroe. O de una heroína, mejor dicho, porque el héroe fue -como casi siempre- una mujer.

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