EL suceso cultural más importante en Sevilla en lo que va de mes es ciertamente luctuoso. La Fundación Lara es desmantelada, se suprime toda su valiosa labor editorial y su personal queda reducido a la mínima expresión. Los efectos colaterales ya se perciben en otras instancias. En la Feria del Libro de Sevilla ha renunciado a su caseta y el certame está con las carnes abiertas porque contaban a priori con el sólido apoyo que el Grupo Planeta aportaba año tras año desde la fundación.

La Fundación Lara no desaparece en términos legales, pero pasa página como fecunda y ambiciosa iniciativa cultural con sede en Sevilla y proyección en Andalucía. La marca puede ser utilizada por Planeta en cualquier lugar. Lo que desaparece es el compromiso con su razón de ser. Se recuerda aún en su web en palabras del añorado José Manuel Lara Hernández, el patriarca de El Pedroso que pasó de emigrante a marqués. "La creación de la Fundación que lleva mi nombre es el proyecto que más he ambicionado en mi vida. Con él cumpliré los fines de la entidad que potenciará la cultura andaluza, ayudará al descubrimiento de nuevos valores literarios y fomentará la investigación en todas las ramas del saber".

Así ha sido ocho años, por voluntad de su hijo, José Manuel Lara Bosch, con obras tan admirables como la Enciclopedia de Andalucía. Con el drástico cambio de rumbo se ha pasado de comprar y restaurar la Casa Fabiola, apoyar la Biblioteca Colombina, y ofrecer conciertos y exposiciones, a extinguir hasta sus colecciones de libros, que era lógicamente su actividad matriz. Del todo a la nada. En la trastienda de este bandazo del gigante de la industria cultural española ha podido pesar el toma y daca mediático-político. Si esperaba recompensas de los gobiernos socialistas a cambio de tamaño mecenazgo, con la ración diaria de razón no se atisba la carta de ajuste.

¿Algún voluntario en Sevilla para tomar el relevo y llenar este vacío?