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Un día en la vida

Manuel Barea

mbarea@diariodesevilla.es

De ácido con Puigdemont

En este 'viaje' habría preferido mil veces antes que el rol de Judy Garland lo asumiera la Arrimadas, no el Iceta

Ca-ta-lu-ña. CA-TA-LU-ÑA. Dilo otra vez, Barea, dilo otra vez, me dice el Puigdemont. Y lo hago: CA-TA-LU-ÑA. Y lo escribo. El Puigdemont tiene un aspecto nada habitual: está repeinado para atrás y engominado y me recuerda a ciertos tipos de mi pueblo con rizos como cáncamos en el cogote y un bucle en la corbata. Yo no quiero escribir sobre Cataluña, pero no me sale otra cosa. Y el Puigdemont no para. Se bambolea y me dice que ha visto al Junqueras con diamantes en el cielo riéndose mucho. Yo estoy en la tesitura de que si intentas ganarte la vida en una redacción de un periódico y le das la espalda a la actualidad es como si delinquieras. O bien puedes acabar esquizofrénico perdido. Aunque a algunos nos han detectado ya algo parecido a cuenta del síndrome catalán, que no nos deja. Así que el Puigdemont me pasa algo de matute para sobrellevarlo. Y yo me lo meto y enseguida el Puigdemont va y viene y va y viene, adelante y atrás, deformándose y reconstituyéndose y ahora esto y después lo otro y de pronto se pone a cantar: "Pero la actualidad es Cataluñaaaa, Bareaaaa, Cataluñaaaa". El Junqueras baja del cielo con nubes esteladas por la zona de Montserrat e informa al Puigdemont de que la Moreneta es ahora una activista del Charnego Power. Pero lejos de mostrar el más mínimo gesto de desagrado ni de preocupación el Puigdemont nos coge del brazo a los dos y nos dice que hemos quedado y los tres echamos a andar dando saltitos con el mismo júbilo idiota que los personajes de El Mago de Oz cantando We're Off to See the Wizard y al rato se nos une en este viaje el Iceta, lo que hace que entre en bajada porque yo habría preferido mil veces antes que el rol de Judy Garland lo asumiera la Arrimadas y no el jefe del PSC, y así los cuatro llegamos a la plaza de Sant Jaume, donde han montado una cancha de baloncesto de azul cobalto y nos espera el Albiol, al que me uno para echar un dos contra dos frente al Puigdemont y al Junqueras, que se han quedado en camiseta de tirantas -a mí la mía me queda como el babi de Fofó- y nos retan, y aunque me digo que la cosa está tirada porque voy con el largo del Albiol éste no da ni una porque el de ERC, que ha mutado en cíclope, le tapona todas las entradas a canasta, de manera que pedimos un tiempo muerto amenizado por unas estrafalarias cheerleaders de la CUP que bailan una sardana. Momento que aprovecho para entrarle al Puigdemont.

-¿Qué nos hemos metido, tío?

-Algo muy fuerte, Barea, muy fuerte.

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