HERMANO, te decía hermano con esa sonrisa que siempre llevaba puesta, que cada mañana sacaba de su casa de la calle San Fernando para ir regando de buen rollo la jornada. Ayer, mientras se desarrollaba ese cuadro de Valdés Leal que es un entierro en la Caridad, recordaba a ese hermano de todos sus amigos, de sus muchísimos amigos y lo primero que se venía a la cabeza era su sonrisa siempre bien colocada, como si en vez de para hacer un favor sirviese para pedirlo. Su sonrisa y su camisa a medida, siempre a medida y siempre de cuello bajo, sin tirilla, y la corbata abombada y, claro, el hermano como saludo cariñoso y cordial, sobre todo cordial. Era el entierro de Nicolás Valero y allí estaba una representación de su legión de amigos, una parte de ésos que cada Martes Santo tomaban su casa desde que asomaba el Cristo estudiantil hasta que se iba la Candelaria rumbo a los Jardines. Adiós, hermano.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios