TIENE mucho que aprender. A la vista y oído de su habitual ración de palabrería, está tan lejos de Churchill y de Ortega y Gasset como Maradona de Guardiola. Y si tanto le falta para tener verdadera talla política, ¿cómo ha llegado a ser la número dos del segundo partido más votado en España, y aspira a ser la Esperanza Aguirre de Castilla-La Mancha? María Dolores de Cospedal García era el arquetipo a mano para dar una imagen más centrista del PP: mujer y casada por lo civil. Pero ni el sexo ni el estado legal garantizan el talento y la autoridad moral. Cada mes de agosto, para que Rajoy guarde silencio de vacaciones, Cospedal asume aún más el personaje de discrepador de guardia. Y provoca ardentías con sus acusaciones no probadas de ser víctimas políticas de persecución policial alentada desde el Ministerio del Interior y desde la Fiscalía General del Estado. Son los agostos de Cospedal.
El año pasado dio la nota con esa cantinela, y ni puso una denuncia ni pidió perdón al país por poner en cuestión la honestidad de pilares básicos del sistema democrático. Pese a quedar como una pardilla al lado de Rubalcaba, ahora vuelve a la carga, igualmente sin una prueba ni una denuncia. Si tanto le gustan las conspiraciones, que se dedique a escribir best seller o a leerlos. Intuyo que nos irá mejor si opta por lo segundo.
Se le va la fuerza por la boca a quien no se le ve mando en plaza para atajar la corrupción del caso Gürtel en Valencia y Madrid. Ya saben, un invento de la Policía, una maniobra de Garzón, apenas unos trajes y unos descosidos. A Cospedal, en su pose hartible, le rogamos que o provoca un Watergate, o se toma unas vacaciones de cine… mudo, como las que pagaba Caja Castilla-La Mancha. Qué tiempos aquellos en los que una caja arruinada por socialistas invitaba también a viajes de lujo a los consejeros designados por el PP. Eso no era persecución. Era una carrera por aprovecharse del poder antes de que interviniera el Banco de España.
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