LA que fue candidata socialista a la Alcaldía de Huelva, Manuela Parralo, ha abandonado su acta municipal y regresado a la vida civil. Se le habían marchado a otros cargos sus principales apoyos en el grupo y el reciente congreso del PSOE local consagró lo ya sabido: que el aparato del partido, que había aceptado su candidatura a regañadientes, la ha dejado desasistida todo este tiempo. Hasta aburrirla.

Parralo sigue los pasos de Javier Torres Vela -quien fue notable presidente del Parlamento de Andalucía y candidato in pectore a la sucesión de Chaves-, que meses atrás se desdijo de su compromiso de aguantar los cuatro año como portavoz de la oposición en el Ayuntamiento de Granada, y también volvió a casa. A Torres Vela le prometieron ser senador en representación de la Comunidad Autónoma, pero el escaño que estaba previsto se lo dieron a Luis García para compensar su cese como consejero de Turismo. Curiosamente, cuando Mar Moreno pasó a la Ejecutiva Federal del PSOE y dejó un hueco en el Gobierno andaluz, Chaves hizo otra vez consejero a García -esta vez, de Obras Públicas- y el escaño senatorial quedó libre. Pero ya Torres Vela se había ido. Carambolas de la política.

Lo que no es carambola, sino realidad manifiesta es que las apuestas de los socialistas para cambiar al fin su condición de partido perdedor en las elecciones municipales de las capitales andaluzas no funcionaron. En 2007 se quedaron casi como estaban: con un alcalde en precario, dependiente de IU, en Sevilla, y sólo una nueva alcaldesa, en Jaén, también por un pacto con la coalición. Como ya vienen perdiendo este territorio político municipal desde los años noventa, la situación se puede decir que no es mala, sino peor.

Peor porque los alcaldes del PP se consolidan y su desgaste sigue siendo mínimo, y peor también porque los candidatos del PSOE que son derrotados no aguantan la travesía del desierto que necesitarían para aspirar en una nueva intentona. Sólo una lumbrera ganaría hoy una Alcaldía de ciudad en el primer asalto y siempre a condición de que el alcalde en ejercicio sea rematadamente malo, y ninguna de las dos premisas se cumple hoy día en Andalucía. Un candidato solvente y ambicioso ha de resistir en la oposición y ganarse el puesto día a día. No cuestiono las motivaciones personales de Parralo y Torres Vela para irse antes de tiempo, pero el efecto objetivo de su espantá es nefasto: los electores piensan que estos políticos sólo quieren servir a sus convecinos si los eligen alcaldes, pero no si los relegan al más modesto encargo de concejal de la oposición.

Hay algo de soberbia y desprecio en tal actitud, pensará el ciudadano. Y dejará de confiar aún más en un partido que repite estas decepciones. Por eso digo que la situación no es mala, sino peor.

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