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BENITO Mussolini, el más culto y brillante de los dictadores del convulso siglo XX, repetía mucho una frase que recogió el periodista y biógrafo vienés Emil Ludwig en una entrevista realizada en 1933: "Somos fuertes porque no tenemos amigos". La cita admite múltiples lecturas y es aplicable a Mariano Rajoy y la reciente victoria del Partido Popular, con aumento del número de papeletas y escaños respecto a las elecciones celebradas en diciembre de 2015. El miedo a un gobierno de izquierdas liderado por Pablo Iglesias, alimentado por las encuestas y el Brexit y combinado con el convencimiento de que nadie pactaría con una organización asolada por una corrupción oceánica, provocó la movilización de los votantes de derechas y la vuelta a casa de muchos de los apoyos fugados a Ciudadanos, lo que propició el sorpasso que el PP se dio a sí mismo. La soledad ha sido su fortaleza.

En la izquierda sucedió lo contrario: la amistad de Podemos e IU, más la posibilidad, real o imaginaria, de un acuerdo postelectoral con el PSOE, perjudicó a las tres formaciones. El PSOE ha empeorado en 120.000 votos el mayor de sus desastres recientes, y su situación es comparable a la del animal atrapado en un pantano de arenas movedizas y con el agua al cuello que no encuentra roca para apoyar el pie y evitar la asfixia. Podemos ha frenado su ascensión pero ha mantenido el número de escaños, y sabemos por la historia reciente que la práctica totalidad de los presidentes democráticos perdieron elecciones antes de acceder al poder. El PSOE luce un gran pasado y Podemos un futuro seguro, aunque incierto. Los socialistas cuentan con un electorado mayoritariamente rural y envejecido, en tanto que la formación morada es dueña del voto joven y urbano. ¿Significa eso que cada anciano que muera supondrá un voto menos para el PSOE y cada chico que alcance la mayoría de edad un voto más para Podemos? La ecuación nunca es exacta. Pero el PSOE tiene difícil la regeneración y el abandono radical de las políticas que amplios sectores de la población castigados por la crisis identifican como dañinas, mientras que Podemos cuenta con tiempo para moderar su imagen y su tono, elaborar un programa asumible, comprender que no basta con el dominio de las redes y las nuevas tecnologías e incorporar a sus consejos de sabios a gentes de otras generaciones para seguir capitalizando el descontento. Y ya sabe, como IU, que, en ocasiones, las amistades repentinas debilitan.

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