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Alejandro V. García

La amnistía y sus apóstoles

MARIANO Rajoy ha mandado a sus apóstoles a los cien días de Gobierno a predicar las ventajas de la amnistía a los defraudadores fiscales, pero no los entiende nadie. Explicar la bondad del perdón (fiscal y penal) a los multimillonarios es un ejercicio no ya difícil, sino imposible. Si los enviados de Rajoy tuvieran que convencerse los unos a los otros tampoco lo lograrían. Cospedal, sin ir más lejos, ha pasado de considerar el perdón "impresentable, antisocial, una barbaridad e injusto" a creer que "será bueno para todos". ¿Qué Cospedal lleva razón? ¿La de 2010 o la de 2012? ¿Cómo se ata esa nube? El vicesecretario del PP, Carlos Floriano, anduvo el Lunes Santo de radio en radio defendiendo la amnistía, no por sí misma, sino en comparación con la del PSOE. "La de los socialista era un negociete", dijo. ¿Acaso es mal negocio que el Gobierno no se dé por enterado del 90% del dinero negro? La única manera de asumir la amnistía fiscal consiste en tomar la decisión como un acto de fe; de otra forma la tarea está condenada al fracaso.

No entiende la buena nueva tampoco una de las biblias económicas, el británico Financial Times, que en un artículo de fondo publicado ayer exponía también su perplejidad: "Mostrar tal clase de clemencia con los evasores de impuestos puede animar a otros a no pagar sus obligaciones en el futuro". Y por si fuera poco agrega: "Este presupuesto amenaza con exacerbar las tensiones sociales sin crear las condiciones que permitirían a España rebajar el coste de su deuda".

El perdón no es la única manera de hacer aflorar el fraude, sino la más rebuscada. La forma inmediata consiste en ampliar la inspección y ordenar una revisión extraordinaria a sangre y fuego, sin importar quién ni las concomitancias ideológicas de los inspeccionados, del arco económico sobre el que recae la sospecha. Y sólo después de una larga y profunda batida, y de trasladar si hiciera falta al fiscal anticorrupción los indicios de fraude, recurrir a una relativa clemencia.

La amnistía no sólo es moralmente deplorable, injusta e insolidaria en sí misma sino comparativamente arbitraria. Como explica el editorialista de Financial Times, el perdón de los defraudadores hay que incardinarlo dentro del mismo paquete que la reforma laboral, la subida del IBI o del IRPF. De ese modo el favoristimo e incluso la iniquidad de la política de recortes en su conjunto con respecto a un estrato social queda más en evidencia. Unos son perdonados por su inclinación a los paraísos y otros transitamos perplejos y sin perdón por los infiernos.

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