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El amor o así

Qué contrariedad, por otra parte, que fuera en San Valentín cuando Errejón e Iglesias se han dicho adiós

Decía Ortega que el amor es un estado de estupefacción transitoria que dura, aproximadamente, tres meses. Para Stendhal, tres meses acaso fuera mucho tiempo, dadas la variedad y la urgencia de sus amoríos, casi todos teñidos por el infortunio. Para Byron, el hombre más llorado de Europa, desde Cádiz a Petersburgo, tres meses eran ya una eternidad, y no sólo en su época de esplendor veneciano. Para Casanova, sin embargo, caballero errante de la Serenísima, el amor no era sino un agradable error de la fisiología, que servía de excusa para la ternura. ¿Cuánto ha durado el amor entre don Pablo Iglesias y don Íñigo Errejón, un amor platónico, intelectual, urdido sobre el cuerpo político de España, y en el que se fundamentaba la seducción y el gancho, la fórmula emotiva de Podemos? No mucho más de lo que decía Ortega; y en cualquier caso, mucho menos de lo que sus propios protagonistas esperaban. Extinto ya el gran fuego de Vistalegre ("la sutura mayúscula del beso" que cantaba el maestro Antonio Hernández), Errejón ha perdido el favor del rey, y ahora queda saber qué papel le cumple en este nuevo orden palaciego.

Qué contrariedad, por otro parte, que fuera en San Valentín cuando Errejón e Iglesias se han dicho adiós, "llorando de los mis ojos" y puesta ya la mirada en la calle y en una primavera caliente que, al decir de Errejón, puede resolverse en una primavera inane. San Valentín era un santo algo brumoso que emerge de La leyenda dorada de Santiago de la Vorágine y que cumple su papel de mártir en los días de la paganidad romana. Y es ahí donde entra lo dicho por don Pablo Iglesias sobre feminizar el partido y que concierne directamente a doña Irene Montero. En este nuevo martirologio, don Íñigo Errejón es lo martirizado y doña Irene lo feminizable. O dicho de otro modo, Errejón es lo martirizable y su sector es lo feminizado por persona interpuesta. ¿Hasta qué punto era una feminización aquello que esperaban los afiliados de Podemos? Eso es algo que no sabríamos decir con exactitud. Sí parece que con esta feminización queda pospuesta la línea de don Íñigo, y que consistía sumariamente en abandonar la calle para adentrarse en la política. De todo lo cual se deduce, no sólo que el feminismo puede servir a un fin extraño a sí mismo, sino que la política a veces adopta la forma de una huida de la política.

Pero es que Clausewitz lo entendió al revés: la política, como el amor, es la continuación de la guerra por otros medios.

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