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Desde el fénix

José Ramón Del Río

El año de la patata

EN la Asamblea General de las Naciones Unidas, 191 países acordaron declarar el año 2008 como "Año Internacional de la Patata". Sin embargo, el año va pronto a terminar y, quizás por la falta de celebraciones, casi nadie -yo por lo menos- se ha enterado del evento. Se ha querido conmemorar los 8.000 años que lleva la patata cultivándose y consumiéndose. La trajeron desde el altiplano andino, desde Perú, Chile y Bolivia, los conquistadores españoles. El primero, Pizarro en 1526, y desde España se introduce en toda Europa, con el enorme mérito de remediar, en mucho, la hambruna de los europeos porque sustituye a los nabos hervidos y otras hortalizas que constituían su dieta alimenticia en los siglos XVI y XVII.

Tan importante ha sido su aportación a la causa de la humanidad que, además de dedicársele -con poca resonancia, como digo- este año de 2008, se le ha erigido un museo, llamado The Potato Museum, donde se exhibe, desde la elegante "pomme de terre", francesa, hasta la castiza "papa", suramericana y andaluza, pasando por las "arrugadas", "antiguas" o "bonitas" de las Islas Canarias. Y se muestran sus diversas formas de cocinarlas: al horno, fritas, a la inglesa o a la francesa, en tortilla a la española, con alioli, etc... Parece que el nombre genuino no es "patata", sino "papa", pero, al verlas los europeos la confundieron con la "batata" y se le quedó aquella denominación. Lamentablemente, y pese a los importantes servicios prestados a la humanidad y a constituir una delicia gastronómica, hoy la "patata" tiene muy mala prensa, aunque es el cuarto alimento del mundo. En los países desarrollados, donde el alimento se puede escoger y preocupan los kilos, a la patata le han colocado el cartel de que cada 100 gramos tiene 80 calorías y esas calorías se triplican si se consume frita o guisada. Pero la añoran los que probaron las patatas fritas de la cervecería de la calle Zorrilla, de Cádiz o las del Papi, en la Playa de Vistahermosa de El Puerto de Santa María.

Esto de la patata me lo ha sugerido la situación de crisis en que estamos inmersos, con sus tres espadas de Damocles amenazantes, que son el incremento del paro, la falta de dinero en los bancos para conceder créditos y la desconfianza en la solvencia de las instituciones financieras que guardan nuestros ahorros. La crisis es una patata caliente que se quiere hacer pasar de mano en mano; según el Gobierno, cuando se vió obligado a reconocerla, la culpa es de USA y sus banqueros; según la banca, de que queremos vivir por encima de nuestras posibilidades, y según usted y yo, la culpa es del Gobierno, de USA y de los banqueros. Pero la patata sigue caliente y, al pasar de mano en mano, no se enfría.

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