MUCHOS de los que ahora disfrutan de los éxitos de Pau Gasol, Rudy y compañía ni siquiera saben quién fue, no podrían incluso reconocerle en una foto. Sin embargo, todos ellos son sus herederos y gozan de la edad de oro del baloncesto español gracias a él, a su carisma, su determinación y su talento.

El pasado jueves se cumplieron 20 años de la muerte de Fernando Martín, el mejor baloncestista español de todos los tiempos hasta que apareció por Sant Boi un extraterrestre llamado Pau Gasol. 20 años ya desde que, a sus 27, perdiera la vida en un accidente de coche cuando, lesionado, acudía a ver a sus compañeros al Palacio de los Deportes para ver un Real Madrid-CAI.

Para todos los de aquella generación, la muerte de Fernando Martín supuso un vacío que no podría ser comparado con ningún hecho semejante en la actualidad. Fernando lo era todo en el baloncesto. Fue el guía que nos hizo conocer las madrugadas para seguir a aquella selección en Los Angeles. Gracias a él supimos de unos universitarios que pintaban bien. Michel Jordan, Chris Mullin y Pat Ewing se llamaban. Su deseo de jugar con ellos nos acercó a todos a la NBA, a apurar las noches de los viernes cerca de las estrellas, descubriendo a Magic, a Bird, a Jabbar, a Erving y a tantos y tantos. Consiguió su sueño y los críos le seguimos -no los burócratas, que lo despreciaron quién sabe por qué-, y supimos dónde estaba Portland, New Jersey y el resto de ciudades con franquicia NBA. Y devorábamos Gigantes todos los martes antes de las clases.

Cumplido el sueño de pionero -fue el segundo europeo no formado en las universidades americanas que jugó en la NBA- regresó a su Madrid para jugar junto a Petrovic y seguir pegándose con Norris. Todo hasta que una curva y un coche le jugaron una mala pasada. Hace 20 años que varias generaciones no paran de decirlo cada día. Gracias por todo, Fernando.