DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

LOS ciudadanos de Estados Unidos concedieron al primer presidente negro de su historia la oportunidad de liderar durante otros cuatro años a la primera potencia del mundo. Barack Obama se impuso por más de dos millones de votos populares a su contrincante republicano, Mitt Romney, al que derrotó en los estados claves, aunque el partido republicano revalidó su mayoría en la Cámara de Representantes, lo que obliga a un ejercicio del poder compartido, si bien la Constitución presidencialista otorga amplias facultades al inquilino de la Casa Blanca. A la victoria de los demócratas contribuyó la movilización final de los sectores populares (hispanos, afroamericanos, mujeres y jóvenes) que prefirieron la continuidad de Obama, a pesar de que no ha satisfecho las infladas expectativas despertadas por su elección en 2008, a la aventura de un Romney excesivamente escorado hacia las posiciones más conservadoras. La gestión exitosa de las consecuencias del reciente huracán, en contraste con la que Bush realizó tras el Katrina, apuntilló el triunfo del presidente. Barack Obama, en el discurso de celebración de la victoria, ha puesto el énfasis en la promesa de continuar las políticas de reactivación de la economía, que han comenzado a generar empleo en los últimos meses, y en la búsqueda de soluciones al problema de la inmigración, en el que su gestión anterior se ha quedado a medias, al igual que ocurrió con la reforma sanitaria. Su apuesta por el multilateralismo en la escena internacional y su respaldo a las medidas de la Unión Europea para combinar la lucha contra el déficit público con las iniciativas de fomento del empleo y salida de la recesión hacen que su reelección haya sido bien acogida en la comunidad internacional. Para Europa y, por tanto, también para España, la victoria de Barack Obama supone la seguridad de disponer de un buen aliado al timón de la gran potencia americana que no se distingue por el aislacionismo y la unilateralidad que en otras etapas tanto ha deteriorado las relaciones entre las dos orillas del Atlántico.

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