ESTA noche juega el Betis en Vigo y, afortunadamente, el partido no encierra la carga dramática que se temía hace una semana. La victoria sobre el colista lograda de la mano de una suerte que, al fin, jugó a favor le ha quitado dramatismo a esta cita de hoy junto al río Lagares, un arroyuelo clandestino que forma un lío en tiempo de lluvias sostenidas. Nada que ver con aquello de 2007 allí en que Velasco puso al Betis en manos del puntillero.

Aquella victoria sobre la campana del sábado de preferia ha convertido este sábado de Feria en una suerte de trámite que el Betis no debería tener en cuenta. Eso ha hecho que en estos días de Feria se haya solapado la visita a Balaídos con otras lindezas de ésas que amenizan la vida convulsa del club de las trece barras con corona. Y el tema central ha sido el anunciado cese de Eduardo Maciá, ese hombre que no ha respondido a las expectativas que levantó a su llegada.

Un servidor no había oído hablar del valenciano antes de que llegase al Betis, pero los informes recabados jugaban a su favor. Pero esos informes no coincidieron con la gestión, sobre todo por la estrepitosa equivocación de hacerse con un Van der Vaart que ya hace más de un lustro jugaba como una vieja gloria en el Madrid. Es el holandés el mascarón de proa para el fracaso de Maciá en el Betis, como la punta de un iceberg compuesto por media docena de gestiones inauditas.

Y a punto de desligarse del Betis mucho antes de lo previsto, la actualidad se viste de fútbol de verdad y se centra en lo de esta noche en la capital de las Rías Bajas. Perder no sería el drama que hubiera supuesto sin el enésimo milagro de Rubén Castro, eso está claro, como claro está que no es el Celta un enemigo directo de este Betis. Pero no conviene olvidar que el escudo no debe arrastrarse más de lo que se lleva arrastrando desde hace diez años. Sí, diez añitos justos.