Desde mi córner

Luis Carlos Peris

Siete años sin el equipo nacional

Sevilla, que fue la clave para sacar a la selección del desprestigio del 82, lleva demasiado tiempo ninguneada

DESDE el 15 de noviembre del año 2000 no comparece el equipo nacional por Sevilla. Parece mentira, pero se han cumplido siete años largos de aquel España-Holanda amistoso con José Antonio Camacho en el banquillo. Ni con Sáez ni con Luis ha venido el equipo nacional por lo que se consideraba su propia casa, esa casa que lo rescató del descrédito acumulado a base de petardos en el Mundial que jugó de anfitrión. Tras aquel nefasto 82, Miguel Muñoz se alió con Sevilla para que la selección volviese a ser querida, para que la afición olvidase la afrenta del Mundial y pudiese salir a la calle sin sonrojarse.

Sevilla fue donde se acuñó lo de Jugador número doce por los éxitos cosechados en el Sánchez-Pizjuán. Con Kubala, sin embargo, no se prodigó mucho por aquí, nada con Santamaría y todo con Muñoz para que la noche de Malta se quedase grabada para siempre. Llegó Villar, echó a Muñoz tras la Eurocopa del 88, con Luis Suárez siguió viniendo y con Javier Clemente quiso el tándem vasco airear al equipo nacional por todo el país. Un partido sacado con apuros ante Armenia en Heliópolis fue el punto donde se interrumpió el carácter de Sevilla como campo propio. Eso era en junio del 95, surgió cinco años después la Cartuja y también la animadversión de Villar.

Esa animadversión de Villar no era contra Sevilla, sino a un enemigo que le plantaba cara como alternativa, el presidente de la Andaluza. Pero aunque influye, no puede señalarse a Eduardo Herrera como único motivo para que la selección pase de Sevilla. Ha venido a Huelva, a Málaga, a Almería y Cádiz, pero no a Sevilla. Dicen por los pasillos de Las Rozas que no gusta la Cartuja porque no es campo de fútbol, la gente está lejos y el calor de la grada es bueno. Volver a la alternancia, hoy Nervión y mañana a Heliópolis, es desairar a esa clase política que levantó el estadio cartujano, pero Sevilla, la cuna del Doce, no se merece tan larga ausencia de la selección nacional.

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