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el periscopio

José Ignacio Rufino

Se aprende más perdiendo

SIEMPRE he tenido presente una frase certera que me dijo alguien que vivió la posguerra: "Se aprende perdiendo". Esta máxima no casa con escuelas pedagógicas como la de Summerhill -que cree en el rousseauniano "buen salvaje", un alumno que no debe ser reprendido ni reprimido- ni con los presupuestos ideológicos de la Logse. Pero está claro que se aprende, no sé si mejor, pero sí más perdiendo que ganando, y perder no es ser castigado ni humillado por nadie: es una ley de nuestra selva social, que tarde o temprano se te pone de cara y te dice: "Cotiza, cariño, sufre un poco". Quien, de nuevas, acomete un proyecto empresarial y tiene un éxito inmediato suele caer en la autocomplacencia, la relajación y la vanidad: Rafa Nadal no hay más que uno. En los tiempos que corren -todo menos exitosos- las enseñanzas del fracaso son una terapia tanto personal como profesional.

Por ejemplo, la multinacional india Tata da un premio anual a la mejor idea fracasada. Hay empresas que han instaurado la tradición de la Fiesta del Fracaso. Son precisamente los niveles jerárquicos más altos donde la negación de cualquier responsabilidad en los descalabros corre pareja a la fatua inflación del ego. Pero la lista de grandes logros empresariales que perduran suele tener borrones previos. Como le sucedió a Henry Ford, que se revolcó en el fango un par de veces antes de conseguir formar parte de cualquier manual de estrategia empresarial que se precie. La Harvard Business Review dedica su número de abril a este asunto. Gurús y crema ejecutiva planetaria lanzan lemas en esta línea: "¡Fracasa! ¡Rápido!, y después ten éxito"; "Fracasa con frecuencia para triunfar antes"; un máximo ex ejecutivo -ahora se debe escribir así, no es mi culpa- de Procter&Gamble, en fin, comparte con este humilde servidor el título de este artículo. Si no llega al paroxismo, al acomplejamiento y a la destrucción total, un buen batacazo en bici, un arroz que se pasa, un gatillazo, una innovación de marketing petarda, una pareja que te abandona por tu mejor amigo… son una fuente de crecimiento. No son plato de gusto, eso sí.

Es cierto que la moda en el management es moneda de cambio habitual, y que produce frecuentes ataques inflacionarios de blablablá, pero no considerar una enseñanza el fracaso, no levantarse tras las caídas y no afrontar aguerridamente los embates de la vida son un buen camino para la autodestrucción. Quizá por eso, uno, que va camino de los 50, no para de decirle a los alumnos que la próxima crisis les pillará, probablemente, en plena edad adulta, con mando en plaza. Y entonces deberán recordar la ahora vigente depresión, y prevenirla o al menos ser cautos, porque seguramente no será de formato crédito-ladrillo-sistema financiero-deuda, pero será muy parecida en abstracto. Aunque, francamente, no albergo grandes esperanzas al respecto. Igual que se aprende perdiendo, nadie escarmienta en cabeza ajena.

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