EL candidato del PP a la Alcaldía, Juan Ignacio Zoido, será investido oficialmente como nuevo alcalde de la ciudad en un Pleno que se celebrará mañana. Al acto solemne, cuya celebración está prevista en el Salón Colón del Ayuntamiento, asistirán personalidades de la política y la sociedad civil de Sevilla, el presidente del PP, Mariano Rajoy, y una amplia representación de la ciudad oficial. No estará, sin embargo, salvo cambio de última hora, el alcalde saliente, Alfredo Sánchez Monteseirín, que estos días ha comunicado en distintas declaraciones públicas su intención de no participar como testigo del momento en el que su sucesor y adversario político accederá al poder municipal conquistado gracias al aval de las urnas. Monteseirín alega que no tiene papel alguno asignado en dicha ceremonia y que, aunque formalmente es él quien convoca la sesión constituyente de la nueva Corporación, su elección personal es ausentarse. Respetando la libertad del alcalde en funciones para hacer lo que estime más oportuno, extraña que su opción sea singularizarse por la vía de marcar una extraña distancia con la actitud de los cuatro alcaldes democráticos que le han precedido en el cargo. Uruñuela, Del Valle, Rojas Marcos y Becerril asistieron a la toma de posesión de sus respectivos sucesores con independencia de si en su fuero interno dicha ceremonia era de su agrado. Esta norma no escrita se ha mantenido inalterable hasta ahora, incluso en el caso de Becerril, cuya presencia en la primera toma de posesión de Monteseirín fue un ejemplo de estilo teniendo en cuenta que la ex alcaldesa ganó las elecciones en 1999 pero al final no pudo gobernar debido al pacto PSOE-PA que llevó al ahora alcalde saliente al poder. No por ello dejó de estar en el Ayuntamiento. Teniendo en cuenta que el traspaso de poderes en Sevilla está siendo modélico, al contrario de lo que sucede en otros sitios, la ausencia del todavía alcalde parece alejada de la exigible cortesía democrática. Monteseirín haría bien si se replantease su decisión.