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EL congreso extraordinario que el PSOE cerró ayer en Granada ha sido el de la unidad y el de la autocrítica, una reflexión que se tornaba ya imprescindible si los socialistas aspiran a seguir gobernado Andalucía. De la unidad no cabe duda, la nueva secretaria general, Susana Díaz, presidenta de la Junta, ha logrado lo imposible: componer una dirección en poco tiempo sin necesidad de encajar equilibrios provinciales, intereses locales e integraciones de críticos y menos díscolos. Bastó un gesto, que eligiese a Micaela Navarro como presidenta, para que en su partido entendiesen que su voluntad no era acabar con los pocos críticos que pudieran quedar, sino la de cerrar una herida. Coserla en vez de hilvanarla. Pero más importante aún ha sido la autocrítica de Susana Díaz hacia su partido y hacia los gobiernos socialistas. Algunos temas, como el de admitir que habían perdido las elecciones autonómicas de 2012, era un tabú en su partido; es más, un motivo de queja para quienes, simplemente, subrayaban la realidad: el PP fue la organización más votada y el PSOE fue derrotado por vez primera en su historia en unos comicios al Parlamento andaluz. Resulta interesante que la presidenta de la Junta admita que el diferencial de tasa de paro que Andalucía sufre con respecto a España es algo más que un hecho con motivos históricos. Después de 30 años de gobiernos, el PSOE no puede solventar esto con este razonamiento que, siendo cierto en su origen, ya no sirve para explicarlo. Los gobiernos de la Junta no han sabido ayudar a crear un tejido productivo estable y elástico a las crisis económicas. Esto no sólo es una responsabilidad de la Junta, también lo será de Madrid y de los agentes económicos y sociales de la propia Andalucía, pero admitamos que los fondos europeos destinados a la formación fuera del ámbito educativo no se han reflejado en una mejora del mercado laboral. Es bueno, imprescindible, que Susana Díaz diga esto para empezar a solucionarlo. Del mismo modo, su reflexión sobre un mejor uso de la solidaridad que tanto España como la Unión Europea prestan a nuestra comunidad abunda en lo mismo. Un cambio es necesario, y no sólo de caras ni de modos de gobernar, sino de la propia gestión. En ningún sitio está escrito que el mantenimiento de las políticas del bienestar sean contrarias al fortalecimiento de una buena economía: es más, lo primero sin lo segundo está abocado al fracaso. Susana Díaz inicia, no cabe duda, un nuevo ciclo en el PSOE andaluz, uno que comenzó en los años setenta y ha llegado a su fin. Es preciso recordar a la presidenta que a partir de ahora a la autocrítica deben seguirle la reflexión y el cambio materializado en nuevas políticas.

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