AZULEANDO y con la espuma del flujo y del reflujo, el mar se observa en esta mañanita de primer domingo de agosto como espectáculo único; no irrepetible, pero sí único en su grandeza, en su inconmensurable belleza. Tiene la mar océana la propiedad de que a su visión se amansen los gatos que surgen en la barriga por los mismos problemas que origina la vida. A veces, muchas veces, se tiene la impresión de que por muy bello que sea el vivir se antoja que la vida se alarga y se alarga sin sentido. Y se acentúa esa sensación viendo cómo los asilos, sí asilos, se repueblan en tiempo de verano. Como esas mascotas que se abandonan en los arcenes para que no sean obstáculo vacacional, los mayores van siendo dejados en asilos que hoy toman el nombre de residencias. Y es que cuando la vida se alarga, esos padres que fueron imprescindibles se convierten en estorbos. Al fondo, el azul único del mar...
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