AUNQUE la plaga de progresistas de guardarropía que nos invade está que se relame de gusto con la progresiva destrucción del centro, peatonalizar la calle San Jacinto es como cortar el cordón umbilical que une a Sevilla con Triana. Ni más ni menos que imitar los tirabuzones que se hacían las gaditanas con las bombas que tiraban los fanfarrones. No sé cómo puede existir cabeza humana a la que se le ocurra tal barbaridad. Cortar San Jacinto a la circulación a motor es obligar a los trianeros a lo que antes se hacía por devoción, no cruzar el puente. Ya sé que el puente puede cruzarse en el coche de San Fernando o, mire usted qué bien, en bicicleta, que aquí somos todos unos Indurain en potencia, unos forzados de la ruta vocacionales. Esto lo pensó en voz alta el alcalde de Triana y aunque luego se desmienta por sus compañeros de viaje, servidor se escama y piensa que con amigos así sobran los enemigos.
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