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La ciudad y los días

carlos / colón

La barbarie que acecha

LA cuestión de los inmigrantes -y ya es repugnante referirse así a lo que, además de un problema económico y político, es un drama humanitario: durante años se habló de "la cuestión judía" que ya sabemos cómo resolvieron los alemanes- se agrava y hace crujir las débiles costuras de la Unión Europea.

No hace falta citar los problemas que se agigantan por días desbordando a las autoridades, desamparando a las víctimas y creando el microclima apropiado para que se multiplique el virus de la extrema derecha. Era impensable que en la Europa posterior a 1945 se volvieran a ver imágenes como la de las malas bestias neonazis atacando en Clausnitz (Sajonia) un autobús ocupado por inmigrantes, entre ellos mujeres y niños, que intentaban acceder a un albergue. Mujeres aterradas, niños llorando, hombres humillados... No es la primera vez. Y no será la última. Porque no es un incidente aislado.

Esta semana el departamento de Investigación de lo Criminal de la Policía Federal anunció que en 2015 se han producido en Alemania 817 ataques contra centros de acogida, cuadruplicando las cifras de 2014. ¿Para qué pagamos los europeos a nuestros políticos? El dineral que nos cuestan los gobiernos locales, regionales, nacionales y europeos nos hace estar tan híper como mal representados. Hay una responsabilidad social que nos concierne a todos y cada uno de nosotros. Pero hay una responsabilidad mayor en quienes cobran para hacer que se respeten las leyes, redefinir los marcos legales, emprender acciones militares exteriores y acciones integradoras interiores, desarrollar políticas de acogida sin crear alarma social. Sobre todo para que Europa, la maravillosa pero también peligrosa Europa, la culta pero también bárbara Europa, no vuelva a ser la tierra de sangre del libro de Timothy Snyder.

En el prólogo de Judíos errantes escribía Joseph Roth: "En un mundo como éste no es ya que sea imposible el que los emigrantes reciban pan y trabajo (…), es que también es imposible que reciban una de esas cosas que llamamos 'papeles'. Y ¿qué es un ser humano sin papeles?… Se huye y se es retenido… Es inimaginable la cantidad de ultrajes que puede soportar aquel que ha sido ya humillado una vez… La antigüedad de siglos de una civilización europea no demuestra ni con mucho el que, en virtud de una extraña maldición de la providencia, no retorne a la barbarie… No hay remedio, no hay consuelo, no hay esperanza". Era 1937.

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