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Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

Es bastante

HACE siglo y medio, hubiera sido esclavo. Tan sólo hace medio, víctima de la segregación racial, porque hace cincuenta años, en 1968, Martin Luther King sólo pudo tener un sueño, el de los justos, cuando cayó asesinado en Memphis. Hoy, un negro ha sido elegido presidente de Estados Unidos. El triunfo de Obama no va a suponer un cambio radical en la política norteamericana, pero será mucho más, con ser bastante, que el fin de la era Bush.

Hay analistas que creen que el relevo en la Casa Blanca servirá para cauterizar los zarpazos de la crisis económica e impulsar un nuevo periodo de prosperidad. Una cierta dosis de optimismo acortaría la longitud psicológica del túnel, que es tanto como empezar a ver la luz. Esperemos a la próxima primavera, nos sugieren, porque con Bush se habrá ido el mal gobierno y la trastienda de corrupción e intereses de clan, que ahora están pasando buena parte de la factura.

Con Bush se van formas de hacer política que se alejan de la razón democrática y de la ortodoxia económica. En Bush se ha manifestado el miedo del bárbaro de Todorov (La peur des barbares, París, 2008), que se contrapone a la mirada del ser civilizado, que reconoce y respeta la humanidad del otro, tenga los rasgos físicos, identidad y creencias que tenga. Con Bush se va también una parte de nuestro Aznar, que convirtió su adhesión a ciertas causas inolvidables en cuestión de fe, patriotismo e identidad del buen español (quien quiso ver armas de destrucción masiva en Iraq y jamás pidió perdón a su pueblo por la altanería con la que defendió la falsedad, ahora se resiste a ver las que provocan el cambio climático).

En la América de las transiciones políticas, el triunfo de Obama va, lógicamente, mucho más allá de las victorias indígenas de las naciones del sur. En Obama no hay líneas divisorias, revanchas o retorno a raíces que cuestionen la dialéctica de la historia. Obama no persigue una América de los negros, ni la vuelta a las tradiciones preilustradas de sus ancestros. Por el contrario, plantea soluciones de consenso para construir el futuro, con un carisma que le convierte en aspirante a ser el primer líder de un escenario globalizado y multipolar.

Se va a cumplir un siglo de los impulsos organizativos de la colored people y de los movimientos democráticos de la gente de color. Cien años después, la victoria de Obama representa un avance notable en la superación de la babarie y de los prejuicios que aún levantan fronteras de humanidad. En sí, su triunfo ya es un logro, aunque el sistema lo engulla y disfrace con las galas retóricas de sus predecesores blancos. Para el nuevo imaginario global, es bastante ver descender del Air Force One a un presidente negro.

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