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Juan José / López Garzón

La biblioteca non nata

LA Universidad de Sevilla, desde su fundación en 1505, ha sido, como consecuencia y complemento de su misión fundamental, que es la creación y transmisión de la ciencia, un elemento dinamizador, en todos los sentidos, de la vida de la ciudad. La cultura y las vanguardias artísticas han sido alentadas por nuestra Universidad y la aportación a la generación de empleo y a la actividad económica es considerable. La Universidad de Sevilla es dispersa, urbana y su campus es la propia ciudad. Universidad que se encuentra perfectamente integrada en la trama urbana en la que está inmersa y que colabora de forma decidida al auge socioeconómico del entorno de sus centros. La Universidad para la prestación de servicios a la sociedad construye y pone en funcionamiento no sólo centros docentes y de investigación sino también, residencias, centros sociales y culturales, espacios deportivos, bibliotecas, etcétera. Instalaciones que suponen atención y bienestar de los ciudadanos.

Es al final de la década de los noventa cuando la Universidad plantea de nuevo al Ayuntamiento la construcción de una Biblioteca Central una vez asegurada su financiación por la Junta de Andalucía y fondos Feder. El Ayuntamiento entonces gobernado por la coalición PP-PA propone una parcela en el Prado de San Sebastián simétrica a la que ocupa el Consulado de Portugal, pero no reúne las condiciones que se precisan. Constituido el nuevo Ayuntamiento, gobernado ahora por el PSOE, se comienza a estudiar la posibilidad de construir en la parcela que luego fue de la discordia. Ante las garantías del Ayuntamiento de que era legalmente posible la construcción de la biblioteca como equipamiento del parque, incluso sin modificar el PGOU, la Universidad inicia los trámites y convoca un concurso internacional para la redacción del Proyecto, concurso al que concurren grandes arquitectos internacionales y entre ellos españoles y sevillanos. Un tribunal presidido por Ricardo Bofill adjudica el proyecto a la arquitecta angloiraqui Zaha Hadid. Digamos, para abreviar, que esta arquitecta es la primera mujer en el mundo que obtiene el premio Pritzker que es el galardón de máximo prestigio en la arquitectura mundial y está en posesión de la Orden del Imperio Británico por sus servicios a la arquitectura. Era la aportación que nuestra Universidad quería hacer a la arquitectura sevillana del siglo XXI, un edificio, que sin duda, a unos gustaría y a otros no, que estaba destinado a ser utilizado por miles de personas al año, que generaría puestos de trabajo y actividad económica en la zona. Pero no fue posible.

Vaya por delante que las decisiones judiciales hay que respetarlas y acatarlas pero no hay obligación de compartirlas y yo no comparto la sentencia que obliga al derribo de la biblioteca. De forma análoga, los derechos de los ciudadanos hay que respetarlos y protegerlos, pero nadie puede obligarnos a que ideológicamente estemos de acuerdo con que los derechos de unos pocos primen sobre los de todos los demás, que son los potenciales usuarios del edificio que ahora se derriba.

La denuncia de un grupo de vecinos de la zona donde se ubicaría la biblioteca, tras pasar por distintas instancias, ha terminado con el fallo del TSJA por el cual hay que derribar lo construido y reponer el suelo a la situación original. La Universidad de Sevilla ha sido maltratada en este asunto ya que inició las obras después de obtener y pagar la correspondiente licencia y es en este momento cuando, desde mi punto de vista, la Universidad fue sorprendida en su buena fe ya que convencida de que la modificación del PGOU era posible, renunció a cualquier reclamación si esta modificación era rechazada por los tribunales. Pero en este lamentable asunto se han echado de menos muchas cosas. En primer lugar no deja de ser significativo que se obligue a paralizar la obra y derribar lo construido de una biblioteca ubicada en suelo público sin que la comunidad universitaria y el mundo de la cultura, salvo excepciones, hayan manifestado su disconformidad. En segundo lugar es lamentable la actitud del actual Ayuntamiento que se ha puesto de perfil y ha dejado a la Universidad sola hasta el punto que en el último momento no hizo ni alegaciones a la ejecución de la sentencia. Al alcalde le ha faltado coraje político para sentarse con los vecinos y encontrar soluciones antes de llegar al callejón sin salida al que ha conducido la falta de decisión municipal. Contrasta esta postura con la diligencia que el Ayuntamiento muestra para modificar el PGOU para permitir a una multinacional de las grandes superficies instalarse en Sevilla. Sería lamentable que la postura política del partido que gobierna el Ayuntamiento estuviese condicionada por el hecho de que este proyecto se gestase con el gobierno municipal del PSOE o por la imposibilidad, en su día, de construir el Ayuntamiento del PP un edificio administrativo en el Prado que proyectó el prestigioso arquitecto Rafael Moneo. Y ha faltado, por último, un clamor ciudadano en contra de que se derribe una biblioteca que era un bien en sí misma y se estaba construyendo para el uso de los ciudadanos y todo lo que iba a reportar a la ciudad eran beneficios, entre los cuales, y no es trivial, contar con un edificio que fuera uno de los símbolos de una Sevilla moderna. Quizá fue eso lo que se quiso derribar.

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