Apenas se dejó atrás alguna pelillería en su discurso de la otra noche en el Alcázar. En sus palabras de agradecimiento por el Premio Clavero, Soledad Becerril estuvo tan elegante como siempre pero sin dejar de pasar las facturas que creyó conveniente. Mencionó incluso a Mingote y a Forges, que de alguna manera intentaron caricaturizar el advenimiento de una mujer al Gobierno de España. Por esos caprichos de la nutrida agenda sevillana se solaparon antier dos mensajes de mucha enjundia, ya que si Soledad estuvo brillante y punzante, su viejo rival Alfonso Guerra no lo estuvo menos en la Diputación. Y está muy bien en esta España en la que ya uno no sabe si es de los nuestros salgan a la palestra esos políticos que hicieron el milagro de la Transición. Un milagro que se tambalea por culpa de una clase política sin nada que ver con aquella de Soledad y Alfonso.
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