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La tribuna económica

Gumersindo Ruiz

La bolsa sin vacaciones

NO hay vacaciones este año para la bolsa y las subidas que veíamos desde el mes de marzo se han reforzado en las últimas tres semanas. El Íbex alcanza casi un 20% de incremento anual, acompañando al resto de bolsas europeas y norteamericanas, con subidas de entre el 7% y el 14%, y más en el caso de las tecnológicas; ya no son sólo los países emergentes, cuyos mercados ganan alrededor del 50%, los que empiezan a devolver a los inversores la confianza perdida. Queda, sin embargo, terreno para recuperar las pérdidas del año pasado, en el entorno del 40% como media.

¿Hay una sobre reacción de compras como antes ocurrió con las ventas? Seguramente, y sólo así se explica esta actividad en pleno mes de agosto. Mucha gente se ha quedado fuera de la subida y, sobre todo, los gestores profesionales tendrán que explicar en sus informes de septiembre por qué no han estado invertidos. Por esta razón, entre otras, se continúa comprando, para que las carteras de fondos, planes de pensiones y sociedades de inversión, con un exceso de liquidez mal remunerada, no dejen en evidencia a sus gestores. Sin embargo, el momento en que entraron va a determinar los resultados y las importantes diferencias de rentabilidad que veremos al cerrar el año.

Algunas incertidumbres sobre la economía siguen siendo las mismas que hace dos años; se han reducido las más recientes como el riesgo sistémico del sistema financiero y el colapso de la economía real y el empleo; pero continúan las antiguas, como son los desequilibrios de los intercambios comerciales y de ahorro y consumo entre países, y se han añadido los déficits públicos y una gran liquidez.

Situándonos en el ámbito de la inversión colectiva y de la individual asesorada, si algo amenaza a los gestores de renta variable es una retirada de los inversores. Un inversor que se haya mantenido con una cartera con empresas sólidas de telecomunicaciones, bancos, servicios, o con tradición en el sector industrial, o incluso en el de la construcción, y que no invirtiera en el momento más alto, espera razonablemente recuperar porque confía en los fundamentos de esa cartera. El gestor ha de convencerle de que no tiene sentido que venda si hay una caída temporal, más bien lo contrario, debería comprar cuando baja, con la vista puesta en un valor fundado de referencia y en los sustanciosos dividendos que se cobran. Pero no es fácil evitar que si los mercados recuperan sustancialmente en un periodo corto, los inversores vendan y no vuelvan más.

La experiencia de estos dos años debe ayudarnos a construir carteras que no tienen por qué seguir modas ni recomendaciones interesadas sobre sectores, materias primas, emergentes, o tal o cual valor, por alguna percepción, información o sentimiento de que va a subir. Los inversores no quieren oir más historias sobre inversiones que se disparan como cohetes para caer con la misma rapidez, sino, en general, tener confianza en la solidez de sus inversiones a largo plazo. Al menos este debería ser un comportamiento razonable ahora que la normalidad parece volver a los mercados, y una cierta complacencia aletarga la frágil memoria colectiva, haciendo olvidar los terribles momentos padecidos.

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