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Eduardo Jordá

Un buen vasco

EL mayor gesto de dignidad de la democracia española en la lucha contra ETA ocurrió el día en que María San Gil, en la Audiencia Nacional, pasó por delante de la celda blindada del etarra Txapote y lo miró a los ojos. María San Gil se paró, se volvió muy despacio, se irguió, respiró hondo y lo miró con todo el desprecio, con todo el valor, con toda la sangre fría que pudo reunir. Fue un segundo, nada más, pero un segundo que valió por cuarenta años de crímenes y de pasividad y de ambigüedad ideológica.

Por desgracia, aquel gesto fue una excepción en nuestra vida política. "Era un buen vasco", decía el comunicado del sindicato de policía al que pertenecía el inspector asesinado ayer. Y un periodista apresurado -o patoso- matizaba aún más su información con estas palabras, que parecen propias de un jefe de prensa de Corea del Norte o del Irán de los ayatolás: "El inspector Puelles era un buen vasco que hablaba euskera". La estupidez no puede llegar más lejos.

Sin saberlo, nos hemos dejado contagiar por las argucias de ETA y por el imaginario ideológico de sus muchos cómplices (y los partidos nacionalistas también son cómplices de ETA, nos guste o no, porque nunca se han atrevido a mirar a los etarras a los ojos). ¿Cómo es posible que alguien diga que el policía asesinado era "un buen vasco"? ¿Es que los buenos vascos tienen derecho a la vida y los "malos vascos" no? ¿Y es que el hecho de saber euskera es más importante que el hecho de saber francés o inglés o chino? Y ya puestos, ¿cómo se define un "buen vasco"? ¿Quién lo decide? ¿Y por qué no cuenta para ser un "buen vasco" el que a alguien le guste el fútbol o la petanca o las novelas de ciencia ficción?

Esa línea sutil que divide a los vascos entre buenos y malos, nacionalistas y "enemigos", los que hablan euskera y los que no lo hablan, los "abertzales" y los "españoles", es una de las causas de que la última lista electoral proetarra haya recogido cien mil votos en Euskadi (y 40.000 votos de friquis y psicópatas sociales en el resto de España). Pero lo malo es que todos hemos ido interiorizando esta forma inconsciente de juzgar la realidad. Lo demuestra el comunicado del sindicato de policías, y lo demostró hace años el discurso lacrimógeno del diputado socialista Eduardo Madina durante el juicio a los etarras que le habían arrancado una pierna con una bomba-lapa en el coche. En vez de llamar a las cosas por su nombre, en vez de desmontar todas las mentiras racistas y fascistas del "independentismo" etarra, el diputado Madina se limitó a contar lo mucho que había sufrido su madre a causa del atentado. "Mirarme, soy un buen chico -venía a decir-. ¿Por qué me habéis hecho esto?". Y los etarras, felices como hienas olfateando carroña, se reían en la celda.

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