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Sine die

Ismael / Yebra

La burbuja sanitaria

ME comentaba hace unos días una señora en la consulta que no daba abasto en visitas médicas. Entre llevar a los niños al dentista, corregir las plantillas, vacunaciones, revisión de lunares, problemas de garganta, además de su visita anual al ginecólogo, mamografías protocolarias, colonoscopias preventivas por antecedentes familiares, amén de los imprevistos, rara era la semana en la que no iba al menos una vez al médico.

En el polo opuesto un amigo traumatólogo, no exento de gracia, achacaba tanta lista de espera al exceso de consultas innecesarias. Según él, antes un niño andaba con los pies hacia afuera y los padres decían: tiene los andares del tito Manolo. Si se le caía el pelo: va a ser calvo como el abuelo Juan. Si era bizco: este niño mete un ojo, como el primo Antonio. Y así sucesivamente se iban aceptando los hechos sin darle más importancia. No me las quiero dar de gracioso, pero ni lo uno ni lo otro. Hemos pasado, como suele ocurrirnos con frecuencia, de un extremo al otro. No está bien el abandono en temas de salud, pero tampoco el no aceptar las peculiaridades de cada persona siempre que no mermen su estado.

Con tanta expansión de la idea de prevención en pos de una utópica salud permanente e infranqueable, logramos a veces crear un malestar continuo y un estado de ansiedad que raya en la hipocondría. Como profesional de la medicina que soy, no es que vea mal la idea de prevención ni las campañas de promoción de salud, pero sí he podido constatar que a veces se consigue un efecto boomerang y se crea alarma social o angustia individual sin necesidad. Las comparecencias de los sanitarios en los medios de comunicación deben regirse por la sensatez y la cordura. Es preciso medir bien lo que se dice, teniendo en cuenta que nos están siguiendo personas de todo tipo.

Lo mismo que estalló, tal como se veía venir, la burbuja inmobiliaria, puede ocurrir con el exceso de centros asistenciales, profesionales sanitarios y técnicas exploratorias que no siempre encuentran una justificación real. Se está creando una burbuja sanitaria. Una infraestructura arquitectónica y de personal que necesita retroalimentarse continuamente para seguir manteniéndose a sí misma. Como en casi todo, en el término medio está la virtud. Aquel aforismo clásico que decía de todo con moderación, al que alguien añadía, hasta de lo malo.

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