Hoja de ruta

Ignacio Martínez

Se busca un culpable

ESPERANZA Aguirre es una estrella del espectáculo de nacimiento. Ya vino de fábrica con un inhibidor del miedo escénico. Al contrario, donde está más a gusto es bajo los focos. En calcetines, cuando vuelve del atentado de Bombay, por poner un ejemplo gráfico. Y además de sus indudables condiciones innatas ha desarrollado un instinto depredador en la pugna política que le permite salir más airosa que ningún otro dirigente popular salpicado por el caso Gürtel y desafiar al Gobierno con el incumplimiento de la ley antitabaco o de la subida de impuestos. Lo importante es estar en el candelero y, de camino, dejar en evidencia la pusilánime actitud de Rajoy ante los problemas del país.

La estrella del firmamento político nacional, admiradora sin complejos de la gran Margaret Thatcher, tiene ahora la misma edad que tenía la dama de hierro cuando era inquilina del 10 de Downing Street. Bueno, de hecho, la Thatcher a los 58 años ya llevaba cuatro de primera ministra. Pues bien, nuestra Aguirre, como su adorada predecesora británica, le ha puesto proa a los sindicatos, en un momento en el que no gozan de mucho predicamento en el país. Y lo ha hecho, con la habilidad que le caracteriza, con abundancia de pirotecnia: dice que quiere quitarle 2.000 liberados a los sindicatos en la Comunidad de Madrid, con los que se ahorraría 70 millones. Traducido al lenguaje de la calle, la presidenta de Madrid insinúa que hay una manta de vagos enchufada de delegados en las empresas públicas y deja caer que la crisis la paguen los sindicalistas.

Hasta aquí lo que podríamos llamar show business. Pero es que Aguirre no está sola. Y no porque haya salido en su apoyo, a remolque, Mariano Rajoy. No está sola porque ha dicho en voz alta lo que mucha gente piensa en silencio. En el inconsciente colectivo el delegado sindical de empresa pública no está bien visto. Vamos, no está bien visto ni los delegados de empresas privadas, en donde sí que es difícil y arriesgado ejercer esa función.

¿Hay demasiados liberados en las empresas públicas? ¿Cumplen con su función social los sindicatos? Es posible que sean demasiados los delegados y que haya algunos aprovechados. Pero hay que procurar que no se nos extravíe la brújula. He oído el otro día a un tertuliano de Radio Nacional decir que sin sindicatos Europa estaría mejor. Y eso es un despropósito. De la misma manera que unos concejales corruptos no nos llevan a plantearnos eliminar las elecciones municipales o unos diputados ineptos no hacen superflua la existencia de parlamentos, el sindicalismo, como todo órgano de representación democrática, es necesario. Y también mejorable, desde luego. Pero ahora lo que se intenta es hacer a los sindicatos culpables de la situación que vive el país. O cómplices. Es lista doña Esperanza.

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