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La ciudad y los días

Carlos Colón

Con cabalgata y a lo loco

DECÍA ayer que progre, y no progresista, es confundir (como ha hecho el Ayuntamiento) la lucha por los derechos con una cabalgata que parece reducir la homosexualidad a folclore de pluma y lentejuela o shows de iconos gay que recluyen a los todos homosexuales -tengan los gustos que tengan- en un gueto estético. También, digo yo, se podía haber programado un concierto de Benjamín Britten (uno de los más grandes compositores del siglo XX, que tuvo una relación estable con el tenor Peter Pears que duró 30 años), un ciclo de películas de Terence Davies (el más creativo de los actuales realizadores ingleses, en cuya obra profundamente autobiográfica es clave su homosexualidad) o una lectura de los sonetos de Shakespeare y Lorca. No. Vende más la pluma y el carnavaleo -estereotipos sexistas, en el fondo, que identifican el todo con la parte más ruidosa- que la lucha por la normalización y la plenitud de derechos; o el reconocimiento de la aportación de creadores y pensadores homosexuales que no fueron amigos de más pluma que la que les servía para componer o escribir.

Es curioso: los homófobos del franquismo toleraban -sin dejar de humillarlas o detenerlas cuando les apetecía- más fácilmente a las mariquitas ("son de nacimiento", decían, como si fuera una enfermedad o una tara) que a los homosexuales sin pluma ("esos son los peligrosos: los de vicio, los que no se les nota", advertían). Es la estética del vecino del quinto, aquella película en la que Alfredo Landa se disfrazaba con lo que se suponía era el uniforme homosexual: peluca rubia, perrito caniche al brazo, horteras trajes entallados y gesticulación exagerada.

Al actual discurso hegemónico político, mediático y consumista le conviene más el ruido y el espectáculo que Britten, Davies, Shakespeare o Lorca. Si del lado heterosexual se impone un imaginario hipersexuado hasta lo grotesco, ¿por qué no se iba a hacer lo mismo en el homosexual? Así están las cosas. Sin tetas no hay paraíso o el culto al maromo (le pegue o no patadas a una pelota) por un lado. Y el vecino del quinto o con faldas (cabalgata) y a lo loco por otro. Por eso me parece sensata la posición del colectivo Colegas al afirmar en su web: "Hombres en tanga, mujeres mostrando sus pechos, drag queens con plataformas imposibles y derroche de plumas. Ésta es la imagen que todo el mundo tiene del orgullo gay, a pesar de que la mayoría de lesbianas y gays no somos así ni nos sentimos representados por este carnaval". Naturalmente ha sido descalificado como lacayo del PP y reaccionario por quienes otorgan las patentes de progresismo.

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