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Hoja de ruta

Ignacio Martínez

La camisa de Álvarez Colunga

RAFAEL Álvarez Colunga, ex presidente de la Confederación de Empresarios de Andalucía, acudió ayer en Sevilla al almuerzo coloquio con el director del Servicio de Estudios del BBVA con un blusón verde muy elegante y llamativo, por fuera del pantalón. Sólo él puede permitirse estas cosas. El resto de los doscientos hombres presentes iba mayoritariamente de traje oscuro y corbata. En estos actos sociales sevillanos no se estila la sahariana que se gastaba hace unas décadas. Nos hemos vuelto de modos muy diplomáticos. Se pierden las costumbres autóctonas. En Málaga son más modernos, o más tradicionales según se mire, y se ven más saharianas o cubanas en actos oficiales cuando llega el verano.

La sahariana es una cómoda chaqueta propia de climas cálidos, cerrada por delante, de tejido delgado y color claro, con bolsillos de parche. Puede ajustarse con un cinturón, lo que la distingue de la guayabera, una prenda de hombre menos sobria, inspirada en la tradicional camisa cubana o mexicana. Ésta puede llevar mangas cortas o largas, y está adornada con franjas de pliegues verticales. A veces, lleva bordados, pero esas son más folclóricas. También tiene bolsillos en la pechera, y además en los faldones. A la guayabera le hemos llamado en España cubana de toda la vida de Dios. La leyenda dice que las cuatro bolsas de la guayabera fueron usadas al principio por los campesinos pobres de Cuba para llevar guayabas. Ahora no son de uso muy corriente en España, y sin embargo se están exportando a todo el mundo desde Florida: son uno de los éxitos de internet. Se pueden comprar de polialgodón por 16 euros o de lino irlandés por 86, fabricadas en México o China.

Para combatir el calor y las formalidades oficiales, el ministro de Industria, Miguel Sebastián, dio una campanada el 3 de julio: se sentó en el banco azul descorbatado y con chaqueta. El presidente del Congreso, José Bono, que es muy puntilloso, le envió inmediatamente una corbata al ministro heterodoxo, con el ruego de que se la pusiera, porque un Pleno es un acto oficial. Sebastián le contestó con otro regalo: un termómetro para que Bono midiese la temperatura del Congreso, que el titular de Industria encuentra excesivamente refrigerada y causa de despilfarro. La justa quedó en tablas, aunque a Bono le gusta tener la última palabra e insistió en que aquello no era un acto folclórico: menos mal que Sebastián no fue con una guayabera bordada.

El gesto de Sebastián no es nuevo. Cuando Emilio Botín compró en julio de 2004 el banco británico Abbey, apareció en un rascacielos de la City acompañado por el primer ejecutivo de su última adquisición, Luqman Arnold. Botín iba de punta en blanco y Arnold con una elegante camisa blanca ¡abierta por el cuello y sin corbata! Dio el golpe. Como ayer Álvarez Colunga. Ellos sí que pueden.

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