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Alto y claro

josé Antonio / carrizosa

Una campaña para olvidar

NO tenemos remedio. La campaña para las elecciones europeas que se celebran hoy han vuelto a retratar el nivel de nuestra clase política, de los medios de comunicación que los jaleamos y les servimos de altavoz e incluso de una parte de nuestra ciudadanía y no, precisamente, la menos formada o la que más pasa de estas cosas. Mañana nos quejaremos de la poca gente que ha ido a votar y nos lamentaremos de la desafección hacia la política o del peligro de fenómenos populistas capaces de poner en cuestión la democracia la democracia. ¿A quién le extraña que el votante se quede en su casa o mire fuera del sistema después de campañas como la que acaba de terminar? Que nos hayamos pasado una semana larga sin otro argumento de discusión que un exabrupto machista del candidato popular y que, para terminar de rizar el rizo, hayamos concluido con la estrambótica polémica a cuenta de Zoido y las carabelas de Colón es, realmente, para hacérnoslo mirar. ¿Para qué hablar de Europa o del futuro que nos espera a los andaluces cuando los fondos de Bruselas dejen de llegar? ¿Para qué cuestionar los mensajes de recuperación que nos envía un día sí y otro también el Gobierno de Rajoy mientras no hay perspectivas de que el paro baje del 30%?

Podemos convenir en Arias Cañete es un rancio. Algunos pensarán que es un defecto y otros lo verán como una virtud. Y además un rancio jerezano, que es un grado más. Un tipo que, si lo dejan, es capaz de acabar con los yogures caducados del Mercadona más cercano y al que la espontaneidad y decir lo que piensa, sin meditarlo ni un poquito, le ha jugado ya más de una mala pasada. Pero es también uno de los políticos que, aunque fuera sólo por la mucha experiencia acumulada, más sabe de Europa y que mejor sabe moverse por los pasillos de Bruselas. Lo ha demostrado hace pocos meses cuando, como ministro de Agricultura, ha negociado la reforma de la PAC. Que salga de esta campaña retratado sólo como un machista feroz, que hasta puede que lo sea, no es sólo injusto. Es también torticero y una burda manipulación de la opinión pública, a la que él y su equipo de campaña han contribuido con su torpeza. No es muy arriesgado afirmar que, aunque al final gane, ésta ha sido una de las campañas más absurdas y peor diseñadas en la ya larga historia electoral del PP. Tampoco el PSOE ha estado fino. La debilidad de su candidata ha quedado patente desde el principio y la ausencia de propuestas ha sido clamorosa. Miguel Arias y el Gobierno del que ha formado parte han acumulado motivos para críticas duras y razonadas. Pero en esta campaña ni los hemos visto.

¿Y qué decir de nuestro inefable Zoido y las carabelas de Colón que no salieron de Palos sino de la mismísima Torre del Oro? Pues que una broma dicha fuera de sitio y con algún malaje ha servido para que las fuerzas vivas de Huelva se movilizaran contra Sevilla con igual o mayor entusiasmo que hace unos meses lo hizo Córdoba cuando alguien en el Ayuntamiento osó incluir el salmorejo en un concurso de tapas típicas sevillanas.

Lo dicho: no tenemos remedio.

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