Hoja de ruta

Ignacio Martínez

La carne es débil

EL caso del gobernador de Nueva York es inaudito. Era conocido como el sheriff de Wall Street por su celo al perseguir la corrupción financiera y la prostitución cuando era fiscal general del estado. Militante del Partido Demócrata, fue elegido hace 16 meses, tenía un futuro prometedor y amigos influyentes. Pero el gobernador escondía una peligrosa afición: le gustaban las prostitutas de lujo. La muchacha cuyos servicios solía alquilar cobraba mil euros la hora. Las hay más caras en su negocio, con tarifas cuatro veces más altas. Spitzer ha gastado 52.000 euros en este menester en los últimos seis años. Estas debilidades en materia de costumbres están muy mal vistas en Estados Unidos, pero además el bueno del gobernador puede haber cometido varios delitos, entre ellos ocultar a Hacienda las cuentas que utilizaba para estas diversiones.

A mí estos duros de película me dan repelús. En la política, en las empresas, en la vida familiar, este tipo de intransigentes suelen sorprender con algún esqueleto en el armario. Mortifican a los demás para expiar sus propias culpas. El gobernador, además, tiene un nombre evocador. Se llama Eliot, como Eliot Ness, el agente del Tesoro norteamericano que consiguió procesar y encarcelar a Al Capone en 1931. Y su apellido Spitzer es parecido a la marca de los laboratorios que fabrican la famosa viagra: Pfizer.

Ha habido en paralelo un caso parecido en España, más sangrante aún. Se trata del ex teniente de alcalde delegado de Urbanismo del Ayuntamiento de Palma de Mallorca, Javier Rodrigo de Santos, del Partido Popular, casado y padre de cinco hijos. Un activista ultra católico, habitual de concentraciones religiosas, como la del Papa en Valencia en 2006, y militante contra las bodas de homosexuales, que se negaba a oficiar cuando era concejal. A pesar de su homofobia, De Santos se gastó 45.000 euros en una casa de contactos y masajes para gays, en 118 consumiciones entre enero de 2006 y junio de 2007. La carne es débil; el concejal empleó en total una cantidad muy similar a Spitzer, unos 51.000 euros. Pero con el agravante de que pagaba el erario público; utilizó la tarjeta de una empresa municipal. Dime de qué presumes y te diré de qué careces.

Hay golpes de pecho arriesgados. El Arzobispado de Madrid desmintió la semana pasada que tenga todavía dinero en la farmacéutica Pfizer, que además de la viagra fabrica un anticonceptivo inyectable. La Iglesia católica tiene una oposición frontal a cualquier tipo de método anticonceptivo. Sin embargo, el Arzobispado no negaba que en 2001 compró acciones de Pfizer por 80.000 euros. La operación financiera acabó costando pérdidas de 6.600 euros. Esto no está entre los nuevos pecados establecidos por el Vaticano, pero en la inversión llevan la penitencia. La bolsa, a veces, es más débil aún que la carne.

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