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La ciudad y los días

carlos / colón

En casa del pobre

UNA de las muchas diferencias que separan a los ricos de los pobres es que los primeros pueden permitirse el lujo de elegir y rechazar, mientras que los segundos tienen que aceptar lo que les den y encima agradecerlo. No va a ser cuestión de mendigar selectivamente. Con las ciudades pasa algo parecido. Las pobres se dejan hacer lo que sea con tal de seguir exprimiendo la teta turística, una de las pocas tetas que tienen, mientras las ricas se plantean cómo restringir el turismo masivo que las desvirtúa.

Es el caso de Ámsterdam, donde los socialdemócratas han propuesto medidas para frenar el turismo porque la ciudad, además de estar abarrotada con las lógicas incomodidades que ello supone para los nativos, está perdiendo su carácter al llenarse de franquicias que dañan el comercio tradicional. A esto en Sevilla le llaman "revitalización del centro histórico", como claman con orgullo los socialistas reivindicando las setas de Monteseirín. "¡Qué vida le ha dado al entorno de la Encarnación!" dicen, mirando con satisfacción los muchos bares que han ocupado los locales de los moribundos comercios tradicionales. Sevilla no puede permitirse rechazar. ¡Bienvenido sea el turismo masivo, llénense las calles de veladores y los bajos comerciales en los que hubo tiendas o bares sevillanos de franquicias que ofrezcan helados, "fried potatoes" (porque las papas fritas son otra cosa), sushi, pizzas, bocatas o hamburguesas!

¿Cómo va a decir que no o protegerse esta desdichada ciudad? En Ámsterdam el alquiler de pisos turísticos está restringido y se va a restringir aún más; cada año se niega la autorización a la mitad de los eventos y se van a reducir otro 50%; las licencias para comercios turísticos se van a frenar para que no desaparezca el tradicional. Su hermana del sur, Venecia, hace muchos años que se intenta defender del turismo masivo con diferentes medidas. Una de las últimas ha sido prohibir las maletas con ruedas de plástico, por el ruido infernal que hacen, y priorizar el acceso de los nativos a los vaporettos. A las autoridades venecianas y amsterdamesas les preocupa el turismo masivo. Aquí lo deseamos -en casa del pobre, reventar antes que sobre- y nada hacemos para proteger la ciudad de sus efectos. Incluso convocamos consultas populares para estirar la feria. Ya lo dice la copla: "desgraciaíto el que come de mano ajena, siempre mirando a la carita, si la ponen mala o buena."

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