La tribuna

Antonio Porras Nadales

El caso de Italia

EL reciente triunfo de la derecha en Italia ha suscitado reacciones paradójicas en nuestro país. Así se ha destacado, en primer lugar, la divergencia de resultados, dando la impresión de que España e Italia reflejarían modelos antitéticos de comportamiento electoral, lo que pondría de manifiesto unas líneas de evolución contradictorias entre las dos principales democracias del sur de Europa.

No se han subrayado, sin embargo, las significativas coincidencias que se observan en los resultados de ambos países, cuyas realidades sociales son tan próximas en muchos aspectos. En primer lugar, parece evidente que Italia avanza decididamente hacia el bipartidismo, igual que España, suscitando una línea de evolución que parece romper con la inercia histórica de los anteriores modelos pluralistas y "consociacionales", caracterizados por la presencia de minorías centristas que aseguraban un sistema de gobernabilidad basado en claves de consensos y acuerdos plurales entre las distintas fuerzas políticas. En ambos casos con numerosas críticas a la normativa electoral vigente. Tal bipartidismo coincide igualmente con un reforzamiento de los factores personalistas de la competencia política, concretizadas en torno a sus dos principales líderes, reflejando así un lento declive de las lealtades partidistas frente al apogeo de los liderazgos personales.

Este proceso constituiría en ambos casos un reflejo coherente de la predominancia de los factores mediáticos como pauta explicativa del comportamiento electoral: la lógica competitiva de la "videopolítica" tiende a excluir inexorablemente a las minorías, reduciendo selectivamente las opciones de éxito y haciendo derivar el sistema político en un sentido mayoritario. Las claves del apogeo mediático de Berlusconi en Italia no tienen ningún secreto: es el propietario de las principales cadenas de televisión del país. Y además, se ha esmerado previamente en retocarse su rostro y su cabellera para poder dar la imagen adecuada en televisión. Su personalidad consigue reflejar una dimensión más "divertida" del liderazgo frente al serio, discreto -y algo aburrido- Walter Veltroni. Seguramente Berlusconi se configura así como el mejor referente visual de las equilibradas tendencias "modernizadoras" de la sociedad italiana.

Pero el apoyo de las mayorías televidentes ha sido complementado adicionalmente por el éxito de la Liga Norte, cuyo electorado parece reflejar una respuesta de insolidaridad de las zonas más desarrolladas del norte frente al sur subdesarrollado, aunque ese electorado se encuadre predominantemente por sectores trabajadores procedentes de la inmigración del sur. La similitud con el caso de Cataluña resulta, pues, evidente, pues no en balde la estrategia de la Liga Norte viene inspirándose reiteradamente en el ejemplo catalán.

Igualmente cabe destacar otras similitudes, en este caso en las opciones que finalmente han resultado perdedoras en las elecciones: y es que en ambos países las fuerzas políticas que han apostado más decididamente por la defensa de la igualdad, sobre todo en su proyección territorial, han resultado ser las grandes derrotadas: en Italia ha sido Walter Veltroni, apoyado por la izquierda, quien ha asumido la defensa de la unidad de la República frente a las tendencias centrífugas, del mismo modo que hizo Rajoy en España. El relativo equilibrio entre derecha e izquierda en ambos países parece romperse debido a la posición estratégica de aquellos segmentos del electorado que, desde las zonas más desarrolladas, consiguen orientar el sistema hacia la defensa de la desigualdad territorial y el regionalismo asimétrico, basado en teóricos "hechos diferenciales". La defensa de la igualdad y de los principios de solidaridad interterritorial parece así perder fuerza en el entorno de la Europa mediterránea frente al predominio segregacionista de los intereses de un "norte" desarrollado.

Lo curioso, finalmente, es que tanto en Italia como en España la tendencia al reforzamiento bipolar parece ser más bien un fenómeno inducido desde la propia esfera competitiva de la política y sus soportes mediáticos, y no tanto un reflejo de las tendencias profundas que se expresan en el seno de la sociedad; pues en ambos países sigue siendo el electorado moderado o centrista el que mantiene su mayor potencial de voto.

Desde estos parámetros, seguramente el caso italiano no se nos aparece ya tan lejano y distinto. En ambos países mediterráneos se trataría al final de un reflejo del modo en que los procesos de modernización impactan sobre unas pautas de comportamiento electoral crecientemente condicionadas por la lógica mediática.

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