La ciudad y los días

carlos / colón

La cerilla y la gasolina

EL mismo día que se publican las resoluciones, indicaciones, reprensiones, futuribles, admoniciones o amenazas de la Comisión Europea -la recesión puede prolongarse hasta mediados de 2014, hay que continuar con las reformas del mercado laboral, podrían "castigarnos" con sanciones de hasta mil millones de euros-, ese mismo día y no otro, se sabe lo de los 32 millones de Oriol Pujol y se hacen públicas las repugnantes conversaciones entre los implicados en la trama de las ITV en las que está presuntamente implicado el político catalán ("Yo me pondré con el tema de las ITV… Una ITV al 25, una cuarta parte, es una pasta, porque nada más que factures 30 millones de euros son 10 millones… Yo no consentiría que por ejemplo hubiera empresas que en este momento tuvieran directivos proclives a los socialistas, el presidente lo pone Convergència y dice quién tiene que ser el presidente, y no digo que sea yo, ¿eh? Que sea cualquiera de Convergència, pero por cojones, ¿eh?").

A mayor hundimiento en la crisis, más floración salvaje de la corrupción. A mayores sufrimientos y necesidades, más ostentación de millones robados. Un país de muchos desgraciados (la mayoría honrados y trabajadores) y unos pocos sinvergüenzas (una parte considerable de la minoría dirigente). Un país, como escribía ayer el compañero Eduardo Jordá, que parece haber prescindido por completo, no sólo de criterios éticos, sino "del criterio mismo de la inteligencia -y basta pensar en el ideario de Zapatero-, ya que se consideraba abusivo o antidemocrático que alguien fuera inteligente". Un país a la deriva en una Europa en deconstrucción, tal vez apresuradamente unida, tal vez mal unida, tal vez demasiado desequilibrada entre amos (norte) y siervos (sur), tal vez en camino de concederle a Alemania la victoria que no logró en 1918 y 1945, tal vez liquidándose como herencia cultural para reinventarse como un mercado sin alma ni memoria.

La coincidencia entre la crisis y los escándalos de corrupción es como la proximidad entre la cerilla y la gasolina. Acabará por prender, necesariamente. Me repugnan esos acosos a los políticos que llaman escraches. Tras los antisistema veo los fantasmas de quienes en los años 60 decían luchar contra las democracias burguesas o contra la dictadura franquista en nombre de dictaduras -como la soviética o la china- mucho peores. Pero la cerilla de la desesperación está cada vez más cerca de la gasolina de los escándalos.

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