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LA dimisión presentada ayer por el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, ha alterado los planes del presidente del Gobierno de destituirle en una remodelación de su gabinete prevista para más adelante. Aunque el viernes pasado el ministro afirmó con toda rotundidad, ante el Pleno del Congreso, que no pensaba renunciar a su cargo, la completa soledad en la que se encontraba en el Ejecutivo y en toda la órbita socialista, donde han ido aumentando las voces que criticaban su actitud, le ha hecho comprender que no le quedaba otra salida. La verdad es que la dimisión se había convertido en ineludible, y sólo se discutía el mejor momento para que la presentara o se la hicieran presentar. La inevitabilidad de la renuncia venía impulsada por la enorme torpeza de Fernández Bermejo al haber participado en una cacería con el magistrado Garzón y el jefe de la Policía Judicial, precisamente en el fin de semana en que ambos diligenciaban la investigación de una trama de corrupción vinculada al Partido Popular en, al menos, Madrid y Valencia, y no dejó de crecer al conocerse que el ministro carece de licencia para cazar donde cazó, y al detallarse sus gustos y el uso de propiedades del Estado para satisfacerlos, que remiten a estampas del régimen franquista, en el que las monterías eran el ámbito predilecto de políticos, empresarios y traficantes de influencias para cerrar negocios. Esto ha escandalizado a muchos socialistas y a una ciudadanía que lo está pasando mal a causa de la crisis y que espera actitudes de ejemplaridad y austeridad por parte de sus gobernantes. A todo ello hay que sumar que, como ministro, Bermejo ha dado sobradas muestras de ineficacia y soberbia, y que durante su mandato, de apenas dos años, ha visto declararse sendas huelgas de funcionarios y jueces. Eran demasiadas razones como para pensar que el ministro podía continuar ejerciendo, como anunció el viernes, y dándole al Partido Popular, enredado en un escándalo de corrupción aparentemente extenso, la oportunidad de desviar la atención de sus propias responsabilidades hacia la labor de Fernández Bermejo y sus relaciones con el juez Baltasar Garzón. Por eso ha caído él y por eso Garzón habrá de inhibirse en el sumario citado.

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